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viernes, 22 de junio de 2012

Vygotskiy y Luria


ESTUDIOS SOBRE HISTORIA DE LA CONDUCTA.
MONO, HOMBRE PRIMITIVO, NIÑO.

En: A. R. Luria and L. S. Vygotsky. Ape, Primitive Man, and Child: Essays in the History of Behaviour. Ed. Harvester Wheatsheaf, 1992.


Traducción: Efraín Aguilar
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Capítulo 2
EL HOMBRE PRIMITIVO Y SU CONDUCTA
L. S. Vygotskiy
(Segunda parte)

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La conexión entre pensamiento y desarrollo del lenguaje en la sociedad primitiva


Hallamos esa misma vía del desarrollo en otra esfera crucial de la psicología del hombre primitivo: lenguaje y pensamiento. Como en el caso de la memoria, aquí de nuevo deviene aparente que el hombre primitivo es diferente del civilizado no solo en que su lenguaje es más pobre, crudo y menos desarrollado, como sin duda lo es. Sin embargo, al mismo tiempo el lenguaje del primitivo nos impresiona por su vasta riqueza de vocabulario. Lenguajes tales son muy difíciles de aprender y entender, primero porque superan mucho a los del hombre civilizado en términos de riqueza, abundancia y exuberancia de varias designaciones que no existen en nuestra lengua.

Lévy-Bruhl y Pensch señalan de modo correcto que hay un estrecho nexo entre esas características duales del lenguaje del hombre primitivo y su extraordinaria memoria. La primera cosa que impresiona del lenguaje del hombre primitivo es precisamente la vasta riqueza de designaciones a su disposición. Las designaciones concretas permean tales lenguas; los detalles concretos son expresados mediante una vasta cantidad de palabras y expresiones.

Gatschet escribe, “Nosotros intentamos hablar con precisión, mientras un indio bosqueja mientras habla; nosotros clasificamos, él individualiza”. [15] Por esas razones, el habla del hombre primitivo, en comparación con nuestro lenguaje, en realidad asemeja una descripción compleja sin parar, fiel, plástica y fotográfica de un evento, con los más finos detalles.

El desarrollo del lenguaje se caracteriza por una tendencia gradual, para esta enorme abundancia de términos concretos, a desaparecer. Los idiomas de los australianos, por ejemplo, casi no tienen palabras: denotan conceptos generales, mientras están inundados por un vasto número de términos específicos que distinguen cuidadosamente las características y la individualidad de los objetos.

Ayer, al referirse a los australianos dice, “No tienen palabras generales como árbol, pez, ave y demás, sino solo términos específicos aplicables a cada especie de árbol, pez o ave". [16] La misma ausencia se palabras para árbol, pez y ave, acompañada del uso de nombres propios para todos los objetos y creaturas, ocurre con otros pueblos primitivos.

Los tasmanios no tienen palabras para designar cualidades tales como dulce, caliente, duro, frío, largo, corto o redondo. En lugar de “duro” dicen “como piedra”; en lugar de “alto”, “piernas altas”; en lugar de “redondo”, “como bola, como la luna”, y añaden un gesto explicativo. De manera similar, en el archipiélago Bismarck no hay palabras para los colores, los cuales son designados del mismo modo al nombrar un objeto que los representa.

De acuerdo con Powers, “En California no hay especies o razas. Cada roble, cada pino, cada tipo de pasto tiene su nombre especial". [17] Todo esto genera la enorme riqueza del vocabulario de las lenguas primitivas. Los australianos tienen nombres separados para casi cada pequeña parte del cuerpo humano; por ejemplo, en lugar de “mano” tienen varias palabras para denotar la parte superior de la mano, el frente de la mano, la mano derecha, o la izquierda, etc.

Los maoríes tienen un sistema excepcionalmente completo de nomenclaturas para la flora de Nueva Zelanda, con nombres especiales para los árboles machos y hembras de ciertas especies. También tienen nombres separados para los árboles cuyas hojas cambian de forma en los diferentes estadios de crecimiento. Los pájaros Coco o Tui tienen cuatro nombres: dos para los machos y dos para las hembras, dependiendo de la estación; hay diferentes palabras para la cola de un pájaro, la cola de un animal y la de un pez. Hay tres palabras para denominar al loro, cuando descansa, está enojado o asustado.

La tribu Bavenda de Sudáfrica tiene un especial nombre para cada tipo de lluvia. Los indios norteamericanos poseen un vasto número de definiciones precisas, casi científicas para las nubes de varios tamaños y para describir el cielo que son bastante intraducibles.

Lévy-Bruhl además dice que, “Sería inútil buscar cualquier cosa parecida en las lenguas europeas”. Una tribu, por ejemplo, tiene una palabra especial para denotar el sol que brilla entre dos nubes. Es casi imposible contar el número de nombres en lenguas tales. Una de las poblaciones primitivas del norte, por ejemplo, tiene muchos términos para las diferentes especies de renos. Hay una palabra especial para cada reno de 1, 2, 3, 4, 5, 6, y 7 años de edad; veinte palabras para hielo, once para el frío, cuarenta y uno para la nieve en sus diferentes formas y veintiséis para congelar y descongelar, etc. Por esta razón es que se oponen al intento de hacerles cambiar su lengua por el noruego, que hallan demasiado pobre en este aspecto”. También sucede esto para el vasto número de nombres propios dados a los más diferentes objetos.

Entre los maorís de Nueva Zelanda, cada cosa tiene su nombre propio. Sus botes, casas, armas, hasta sus ropas —cada simple objeto recibe nombre. Todas sus tierras y caminos tienen su propio nombre, como las playas alrededor de las islas, los caballos, las vacas, los cerdos, hasta los árboles, riscos y vertientes. En el sur de Australia cada cordillera y cada montaña tienen su propio nombre. Los nativos saben el nombre preciso de cada colina individual, así que la geografía del hombre primitivo parecería mucho más rica que la nuestra.

En la región Zambezi, cada pedazo de terreno, cada loma, montículo o pico de una cordillera, así como cada manantial, prado o planicie, y cada área y lugar son conocidos por un especial nombre. Tal como lo observó Livingston, tomaría una vida entera descifrar el significado de cada uno de los nombres.

Tal riqueza de vocabulario depende de lo concreto y preciso del lenguaje del hombre primitivo. Su lenguaje corresponde a su memoria y mentalidad. Él fotografía y reproduce toda su experiencia tal como la memoriza. No sabe cómo expresarse de modo abstracto y convencional como lo hace el civilizado.

Esto significa que donde un europeo usaría dos o tres palabras, el primitivo a veces usa diez. En el lenguaje de los indios Ponca, la oración “un hombre mató un conejo” es traducida literalmente, “un hombre vivo de pie mató a propósito con su flecha un conejo vivo que estaba sentado”.

Esta precisión también es evidente en la definición de ciertas nociones complejas. Por ejemplo, entre los Botakud la palabra “isla"’ es traducida por seis palabras con los siguientes significados literales; “aquí hay tierra en medio del agua”. Werner compara esto con el inglés chapurrado (pidgin), en el que el hombre semi primitivo traduce la palabra “piano” por el término “caja que cuando es golpeada, grita”. [18]

Tal descripción plástica detallada es tanto una gran ventaja como un serio defecto de la lengua primitiva. Es una ventaja porque este tipo de lengua crea un signo casi para cada objeto específico, y con notable precisión da al hombre primitivo un duplicado virtual de todos los objetos con los que trata. Se comprende entonces que al tener en mente el estilo de vida del hombre primitivo, el moverse de una lengua tal hacia el lenguaje europeo significaría privarse al instante de todos los poderosos significados útiles para orientarse en la vida.

Sin embargo, al mismo tiempo ese lenguaje carga al pensamiento de una multitud de detalles sin fin; ello no procesa los datos de la experiencia; los reproduce de modo íntegro, tal como son en la vida real. Para transmitir el pensamiento simple de que alguien mató un conejo, el indio debe describir toda la escena del evento en detalles finos. Esto significa que las palabras del hombre primitivo no se han diferenciado todavía de las cosas, y aún están ligadas de modo estrecho con las impresiones sensoriales inmediatas.

Wertheimer describe el caso de un hombre semi primitivo a quien se le había enseñado una lengua europea pero se negaba, durante un ejercicio, a traducir la oración “El hombre blanco mató seis osos”. [19] Un hombre blanco es incapaz de matar seis osos, de modo que la expresión misma le parecía imposible. Para tal persona, el lenguaje todavía se entiende y se usa como un medio para reflejar la realidad y está lejos de adquirir una función autónoma.

Thurnwald reporta un caso similar. Una vez le pidió contar a un hombre primitivo; como uno tiene que contar algo de modo inevitable, el hombre comenzó a contar cerdos imaginarios. Al haber contado sesenta se detuvo y dijo que era imposible seguir, porque nadie posee más de sesenta cerdos.[20]

Las operaciones de lenguaje y conteo solo pueden extenderse hasta las cosas con las que se conectan en situaciones concretas que les dan origen. La naturaleza concreta y figurativa del lenguaje primitivo es evidente al instante en sus formas gramaticales, cuyo propósito es transmitir los detalles concretos más finos. Las formas verbales cambian de acuerdo con sutiles detalles de significado. Por ejemplo, en la lengua de una gente primitiva hay una gran cantidad de expresiones diferentes en lugar de “nosotros": “yo y tú” (singular y plural), “yo y dos de ti”, “de mí y de ellos”, “a mí y a ellos”, todas las cuales pueden combinarse con el número doble para producir “dos de nosotros y tú (singular)"/"dos de nosotros y tú (plural)” y después con el número plural, como en “a mí, a ti (singular) y a él o ellos”. En las conjugaciones simples del presente de indicativo hay más de setenta formas diferentes, que muestran si el objeto está vivo o es inanimado. En varias lenguas, singular y plural son reemplazados por números dobles, triples o hasta cuádruples. Todo ello está ligado a la naturaleza concreta del lenguaje así como a la naturaleza concreta de la memoria primitiva.

En esas lenguas, los prefijos individuales sirven para expresar los matices más pequeños de distinción, que siempre se traducen en palabras concretas. La inusual abundancia de formas verbales en las lenguas de los indios americanos fue descrita muchos años atrás. Dobrizhoffer pensó que la lengua de los Abipones (norte de Argentina) era el más espantoso laberinto imaginable. De acuerdo con Beniamínov, las lenguas aleutianas tienen más de 400 inflexiones para tenso, declinación y persona, cada una de las cuales corresponde a un particular y preciso matiz de significado.

Muchos autores están de acuerdo en que se trata de un lenguaje pictórico o gráfico y enfatizan su tendencia a “hablar a los ojos”, para dibujar y describir el significado a expresar. Se usa diferentes expresiones para comunicar movimiento en línea recta, hacia un lado, a lo largo de una curva, o a cierta distancia del que habla. Lévy-Bruhl dice, “En una palabra, la relación especial que la lengua Klamath expresa de modo tan preciso, puede ser retenida y reproducida en particular por la memoria visual y muscular”.

La prevalencia del elemento espacial refleja una tendencia de muchas lenguas primitivas. Gatschet halló que las consideraciones de espacio y distancia prueban ser demasiado importantes en la representación de las gentes primitivas, y tan fundamentales como aquellas de tiempo y causalidad en nuestro propio pensamiento. Cualquier frase u oración debe expresar la relación entre los objetos en el espacio.

En palabras de Lévy-Bruhl, “La mentalidad primitiva no demanda que las posiciones relativas de las cosas y las personas en el espacio, así como la distancia de unas con otras, sea expresada. No se satisface a menos que el lenguaje también especifique de modo explícito los detalles relacionados con la forma de los objetos, sus dimensiones y el modo de movimiento de las diferentes circunstancias en las cuales pueden ser colocados. Para acompañar esto se emplea las más diversas formas”.

Estas incluyen prefijos y sufijos que denotan la forma, el movimiento de la forma y el tamaño; la naturaleza del medio en el cual ocurre el movimiento, la posición, etc. El número de partículas lingüísticas adicionales es ilimitado en las lenguas de las gentes primitivas. La lengua de una tribu primitiva tiene diez mil verbos, aumentados por el uso de numerosos prefijos y sufijos. Los abipones tienen una gran cantidad de sinónimos. Tienen palabras separadas para herir a un animal o persona con los dientes, con cuchillo, espada o flecha; palabras separadas para pelear con lanza; para decir que las dos esposas de un hombre pelean por él; partículas separadas para el diferente arreglo de objetos —de arriba, abajo, alrededor, en el agua, en el aire, etc.

Livingstone ha señalado, con respecto a tribus sudafricanas, que lo más desconcertante hallado por los viajeros no es la falta de palabras, sino más bien su extraordinaria abundancia. “Escuché veinte términos para varios modos de caminar; caminar si se flexiona hacia adelante o atrás; balanceo de lado a lado; a paso lento o vigoroso; con dignidad; mover un brazo o los dos —había un verbo especial para cada forma de caminar”.

Además de la memoria plástica y eidética del hombre primitivo, nuestra búsqueda de una explicación para esas características lingüísticas también descubre una segunda y muy importante razón: el lenguaje del hombre primitivo lleva imágenes de objetos y los transmite tal cual se presentan a los ojos y oídos. Para ese lenguaje, la reproducción precisa es el último objetivo.

En palabras de Lévy-Bruhl, “Esas lenguas tienen una tendencia común a describir no solo la impresión que recibe el sujeto, sino el tamaño y el contorno, posición, movimiento, modo de actuar de los objetos en el espacio —en una palabra, todo lo que puede ser percibido y delineado... Quizá podamos entender esta necesidad si notamos que las mismas gentes, como regla, hablan otra lengua parecida, una cuyas características necesariamente actúan sobre las mentes de quienes la usan, influyendo su modo de pensar y, en consecuencia, su habla”.

Mientras esta segunda lengua, la de signos y gestos, es muy común entren los pueblos primitivos, su uso varía de acuerdo con las circunstancias y puede combinarse de distintas formas con el lenguaje verbal. Geson, por ejemplo, describe una tribu que, además de su lenguaje hablado también tiene lenguaje por signos. Hay signos individuales especiales para todos los animales, para los nativos, para hombres y mujeres, para el cielo, la tierra, para caminar, sentarse en un caballo, brincar, robar, nadar, comer y beber, así como para cientos de otros objetos y acciones. Una conversación completa puede tener lugar sin utilizar una sola palabra.

Más que considerar cuánto se usa este lenguaje por gestos y las circunstancias en que ocurre, solo necesitamos señalar la enorme influencia de este lenguaje, como herramienta del pensamiento, sobre las operaciones reales del pensamiento. Resulta obvio también que el impacto de este lenguaje y sus diferentes características sobre la naturaleza y estructura de las operaciones mentales, es paralelo al de las propiedades de los instrumentos sobre la estructura y formación de los diferentes tipos de trabajo hechos por los humanos.

Lévy-Bruhl concluye que las sociedades más primitivas tienen un lenguaje dual: la palabra hablada y el gesto. Así él halla inconcebible que pudieran existir sin influirse una al otro. En un extraordinario estudio titulado Manual Concepts, Cushing analizó la influencia de los lenguajes de la mano sobre los de la palabra hablada, y mostró cómo en uno de los lenguajes primitivos el orden de las partes de una oración, el método para expresar los números, etc., se ha originado de los movimientos de la mano.

Como es sabido, para estudiar la vida mental del hombre primitivo, Cushing se introdujo en una tribu primitiva y quiso vivir no como un europeo, sino como uno de los nativos al tomar parte de sus ceremonias y pertenecer a sus diferentes grupos sociales. A través de un largo entrenamiento con paciencia inculcó las funciones primitivas en sus manos, haciéndolas representar todos los aspectos tal como alguna vez lo hicieron en tiempos prehistóricos. Además todo lo hizo con los mismos materiales y en las mismas condiciones que habían prevalecido en la era cuando las manos estaban tan unidas con el intelecto que devinieron parte integral suya.

Lévy-Bruhl observa que “el progreso de la civilización se debe a la influencia mutua de la mano y la mente. Para estudiar la vida mental del hombre primitivo debemos redescubrir aquellos movimientos de las manos de las que su lenguaje y pensamiento son inseparables. Los primitivos que no pueden hablar sin sus manos tampoco pueden pensar sin ellas”.

Cushing ha mostrado el grado en que la especialización de los verbos que hallamos en el lenguaje primitivo es consecuencia natural del papel jugado por el movimiento de la mano en el desarrollo de la actividad mental primitiva. En palabras suyas, “Esto es un asunto de necesidad gramatical. En la mente del hombre primitivo, las complejas expresiones del pensamiento y de los conceptos, una vez sistematizadas de modo automático, deben haber surgido tan rápido como la expresión verbal equivalente”.

Lévy-Bruhl dice, “Hablar con las manos es pensar literalmente con las manos, hasta cierto límite, por lo tanto las características de estos “conceptos manuales” por necesidad serán reproducidos en la expresión verbal del pensamiento. Los dos lenguajes, basados en símbolos tan diferentes como los gestos y los sonidos articulados, se relacionan por su estructura y su método para interpretar objetos, acciones y estados. Por lo tanto, si el lenguaje verbal describe y delinea en detalle posiciones, movimientos, distancias, formas y contornos, es porque el lenguaje de gestos usa exactamente los mismos medios de expresión”.

La investigación ha mostrado que esas dos lenguas en su origen no estaban aisladas ni divididas; es más, cada frase representaba una forma compleja que combinaba gestos y sonidos. Estos gestos reproducían movimiento, delineaban y describían con precisión objetos y acciones.

Para decir “agua”, este ideograma mostraba cómo bebe un nativo el agua acumulada en sus manos. La palabra “arma” era expresada por gestos de amenaza que la gente hace cuando usa una. “En suma, el hombre que habla este lenguaje”, en palabras de Lévy-Bruhl, “tiene a su disposición gran cantidad de asociaciones visomotoras formadas por completo” entre objetos y movimientos. “Podemos decir que las imagina en el momento que las describe. Por lo tanto, su lenguaje verbal también puede ser descriptivo”.

Mallory ha observado que en un idioma indio las palabras parecen gestos y que el lenguaje primitivo no puede ser explicado sin el estudio de esos gestos. Él hallo que un lenguaje explica el otro y ninguno puede ser estudiado por separado. El vocabulario del lenguaje por signos compilado por Mallory ilustra las operaciones mentales de los hablantes de esa lengua y explica por qué el habla primitiva es descriptiva por necesidad.

Los académicos alemanes han usado el término “cuadros de sonido” para nombrar este deseo de representar. En el lenguaje de una tribu primitiva Lévy-Bruhl ha contado treinta y tres verbos para varias formas de caminar; también señaló que esta cifra no incluye la diversidad de los adverbios que, cuando son usados junto al verbo, sirven para describir varias diferencias sutiles del modo como la gente camina.

Junod ha observado que si uno escucha una conversación entre negros estará inclinado a decir que su modo de hablar es infantil, mientras que lo cierto es lo contrario, pues las palabras de tan colorido lenguaje expresan sombras de significado que los lenguajes superiores serían incapaces de expresar. Sin duda, este aspecto del lenguaje del hombre primitivo deja una profunda impresión en toda la estructura de su pensamiento.

El pensamiento que usa este lenguaje, tal como el mismo lenguaje, es a fondo concreto, gráfico, pictórico y lleno de detalles; también funciona con base en las situaciones directamente reproducidas de la vida real. Lévy-Bruhl se refiere al poder inadecuado de la abstracción involucrada en tal uso del lenguaje, y también a los peculiares “cuadros internos” o “conceptos-imágenes” que son el material para tal pensamiento.

Con seguridad podemos decir que el pensamiento del hombre primitivo que usa tal lenguaje, es eidético —conclusión a la que también llegó Pensch con base en su propio material de investigación. En su opinión este lenguaje apunta a una memoria sensorial que tiene a su disposición una vasta cantidad de impresiones visuales y auditivas, y esta función pictórica del lenguaje primitivo es evidencia directa de la naturaleza eidética del hombre primitivo. A medida que progresa el desarrollo cultural del lenguaje y del pensamiento, la propensión eidética disminuye, tomando con ello interés en usar el lenguaje para transmitir peculiaridades separadas y concretas.

Humboldt ha observado bien que cuando se usa esos lenguajes uno se siente transportado a otro mundo muy diferente, pues la percepción e interpretación del mundo que ellos sugieren es en realidad muy diferente al modo de pensar de un europeo civilizado.

Thurnwald, quien por completo coincide con esos hallazgos, nota que en virtud de su abundancia lexical, el lenguaje del hombre primitivo no puede ser descrito como pobre en expresión. En lo concreto de su expresión rebasa al lenguaje del hombre civilizado. “Sin embargo está demasiado atado a la actividad de un espacio pequeño, y a las circunstancias en las que vive el reducido grupo que habla ese lenguaje. El lenguaje del hombre primitivo es una imagen en espejo de las características especiales de la vida de ese grupo”.

El lenguaje de un grupo dedicado a la agricultura contendrá una gran cantidad de términos para las semillas en varios estadios de su desarrollo, o para las diferentes cepas de maíz. Los nómadas de Asia central distinguen sus caballos por sexo y color. Los beduinos usan similares designaciones para los camellos y otras gentes para los perros, mientras que tienen nombres no genéricos para esas especies de animales. Thurnwald ve lo concreto del lenguaje primitivo como una manifestación de vigor y poder expresivo, pero también como evidencia de sus lazos con lo particular y su inhabilidad para expresar cualquier cosa separada o general, o para definir una relación con otras cosas. En ausencia de abstracción, el lenguaje es dominado por un listado numerativo de objetos.

La influencia inversa del pensamiento sobre el lenguaje, notado por Thurnwald, es muy importante. Hemos visto el grado en que la estructura de las operaciones mentales depende de los recursos del lenguaje. Thurnwald ha mostrado que cuando el lenguaje es pedido prestado por otra gente, o cuando se unen dos lenguajes, el vocabulario mismo es transferido con facilidad de una tribu a otra; pero la estructura gramatical es alterada por la “técnica del pensamiento” de la gente que asume el lenguaje. Los procesos de pensamiento son muy dependientes de tales recursos de pensamiento.

El primitivo no tiene conceptos y halla por completo extraños los nombres genéricos abstractos. Los hombres primitivos y civilizados usan las palabras de diferentes maneras. Las palabras pueden ser para usos funcionales diferentes. Las operaciones mentales ejecutadas con ayuda de una palabra siempre dependerán de su uso.

Una palabra puede ser usada como nombre propio, o como un sonido ligado por asociación con éste o aquel objeto individual. En este caso es un nombre propio que ayuda a la memoria a ejecutar una simple operación asociativa. Así, en grado significativo el lenguaje primitivo está situado precisamente en ese nivel del desarrollo.

Como lo hemos visto, el lenguaje del hombre primitivo contiene una gran cantidad de nombres propios y tiende a especificar en su máxima extensión cada propiedad individual y cada objeto. En este caso la verdadera vía del uso de las palabras determina el modo de pensamiento. Este es el por qué, en el hombre primitivo, la operación de la memoria precede al pensamiento.

El segundo estadio en el desarrollo del uso de las palabras ocurre cuando funcionan como símbolo asociativo no de un objeto individual, sino de un grupo de objetos. Aquí la palabra deviene una suerte de familia o nombre del grupo. Además de su función asociativa, también ejerce una operación mental, al ayudar a clasificar diferentes objetos individuales, al colocarlos juntos en un grupo.

Sin embargo, la nueva combinación resultante aún permanece como un grupo de objetos concretos separados, cada uno de los cuales retiene toda su individualidad y unicidad. En esta fase, las palabras son un medio para la formación de grupos. Nuestros nombres de familias son ejemplo típico de esta función. Cuando hablo acerca de un nombre de familia, digamos Pietrov, uso esa palabra para designar cierto grupo de gente verdadera, no porque compartan algunas características en común, sino porque pertenecen a cierto grupo común.

Un grupo difiere de un concepto por virtud de la relación entre el objeto individual y el nombre del grupo. Al mirar un objeto puedo decir con total objetividad si es un árbol o un perro, porque ‘árbol’ y ‘perro’ sirven como designaciones de los conceptos —en otras palabras, grupos genéricos a los cuales, por virtud de las características sustantivas, pertenecen varios objetos individuales. Al mirar a un hombre, yo no puedo decir si es o no un Pietrov, porque para saberlo sólo necesito, de hecho, saber si lleva ese apellido. Así el individuo permanece como tal, en el grupo, pero el grupo comprende diferentes elementos, unidos no por alguna conexión inherente, substancial, sino por una afinidad real, concreta, que existe de hecho.

En gran medida el hombre primitivo está en ese estadio del pensamiento basado en el el grupo. Sus palabras son nombres propios o apellidos, esto es, signos para separar objetos o signos para grupos. El primitivo no piensa en conceptos sino en grupos. Esta es la diferencia más sustancial entre su pensamiento y el nuestro.

Cuando Lévy-Bruhl caracterizó el pensamiento del hombre primitivo como “prelógico” y al mismo tiempo capaz de hacer las más divergentes conexiones, vio la característica básica de ese pensamiento en lo que él llamó la “ley de la participación”. Esta ley sostiene que el pensamiento primitivo no está gobernado por las leyes de nuestra lógica, sino que tiene su propia lógica primitiva especial, basada en muy diferentes enlaces representacionales. Este tipo especial de conexión, característico de la lógica primitiva, permite al mismo objeto participar en diferentes grupos y ser parte integral de conexiones por completo diferentes.

Esto significa que la ley del centro excluido no es válida para el hombre primitivo. Para él, que un hombre pertenezca al grupo “hombre” no significa que no sea un loro; él puede pertenecer al mismo tiempo al grupo “hombre” y al grupo “loro”. Los indios de la tribu Bororo, por ejemplo, solían decir que ellos eran loros rojos. No querían decir que después de muertos serían loros, o que estos se transformaran en indios, sino que los indios en realidad eran loros. Una conexión de este tipo es imposible en la lógica basada en conceptos, donde el solo hecho de que un hombre es un hombre ipso facto significa que él no es un loro.

Tal pensamiento y tal lógica, como hemos visto, están basados en grupos, que a su vez están basados en conexiones concretas. El mismo objeto, por supuesto, puede tener un vasto número de tales conexiones concretas. El mismo hombre puede pertenecer a diferentes grupos familiares; su familia puede hacerle un Pietrov y su lugar de residencia puede hacerle un moscovita, etc.

Todas las peculiaridades del pensamiento primitivo pueden ser reducidas a un hecho básico: el hombre primitivo piensa en grupos, no en conceptos. Como lo ha señalado Werner, “Cualquier concepto primitivo es al mismo tiempo un cuadro visual”.

Leroi aconseja no juzgar lo abstracto o concreto del pensamiento primitivo con base en la estructura y el carácter externos del lenguaje. Argumenta que, en lugar de considerar sólo la herramienta, deberíamos también estudiar el modo de su uso potencial o real. Por ejemplo, la abundancia de términos especiales no es un rasgo en exclusiva primitivo, como también sucede con nuestra propia tecnología. Ella refleja la necesidad de precisión para las operaciones técnicas de los pescadores y cazadores. En su lengua, el primitivo distingue entre diferentes tipos de nieve porque está obligado a hacerlo en la vida real. En este caso, la riqueza del vocabulario solo refleja una riqueza de la experiencia, que a su vez se debe a la necesidad de adaptarse o morir. En la óptica del mismo autor, el hombre primitivo no puede decidir, por ejemplo, cambiar su lengua por la noruega, en la que “el contacto con las cosas podría estar muy lejano”.

La verdadera razón para esas características especiales del lenguaje primitivo está en los requerimientos técnicos y en la necesidad vital. Como lo ha mostrado Leroi, el lenguaje de gestos surge en ciertas circunstancias económicas y geográficas, y nace de la necesidad (traslado entre tribus extrañas, juegos de caza, guerra, comunicación a larga distancia por las llanuras). Por lo tanto sería erróneo ver todas las peculiaridades de tal lenguaje y pensamiento en términos absolutos y considerarlos como primarios. Mientras algunas tribus no tienen términos genéricos para árbol, pez y ave, otras, como las tribus de Queensland, los tienen para pez, ave y víbora. Tales designaciones a menudo son diferentes de las nuestras. Por ejemplo, en la lengua de la tribu Pitta-Pitta la raíz ni ocurre en todas las palabras que significan “cosas que se mueven por el aire”, incluidos aves, bumeranes, la luna, estrellas, rayos y halcones.

Algo paralelo con nuestro lenguaje técnico, el cual tiende a introducir gran cantidad de términos concretos en lugar de unos cuantos abstractos, y con nuestro difundido hábito de nombrar objetos por su color (color tabaco, color paja, cereza, coral, etc.) sugiere con fuerza que muchas características del lenguaje primitivo pueden ser atribuidas no solo a las peculiaridades del pensamiento primitivo, incluidas sus características primarias, sino también a la necesidad de “contacto directo con las cosas” y a los requisitos de la actividad técnica”.

Así podemos ver que el pensamiento primitivo, ligado al lenguaje primitivo, exhibe el mismo tipo de desarrollo especial que la memoria. Debemos recordar que el desarrollo de la memoria consiste de una transición a partir del aumento de la memoria orgánica hacia el desarrollo y aumento de los signos mnemotécnicos usados por ella. De modo similar, el desarrollo del pensamiento primitivo no está en la acumulación o aumento sutil de la reproducción de los detalles, o en la expansión del vocabulario. En esencia sucede un cambio fundamental, un cambio hacia el desarrollo y aumento del lenguaje y los modos de usarlo, hacia el desarrollo de ese recurso básico por medio del cual tiene lugar el pensamiento.

El progreso fundamental del desarrollo del pensamiento se manifiesta en la transición del primer método para usar las palabras como nombres propios, hacia el segundo método, donde las palabras sirven como símbolos para grupos, y finalmente al tercero, que involucra el uso de las palabras como herramientas o medios para elaborar conceptos. Así como el desarrollo cultural de la memoria está muy ligado a la historia del desarrollo de la escritura, así también el desarrollo cultural del pensamiento está muy ligado a la historia del desarrollo del lenguaje humano.
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Operaciones numéricas del hombre primitivo


Las operaciones numéricas del hombre primitivo dan la mejor ilustración del desarrollo de su pensamiento y su dependencia del aumento de signos externos sobre los que se apoya. Muchos pueblos primitivos no cuentan más allá de 2 o 3.

De esto no deberíamos concluir, sin embargo, que ellos no son capaces de contar más de tres. Sólo significa que carecen de conceptos abstractos que vayan más allá de esos números. Son incapaces de usar operaciones inherentes a nuestro modo de pensar, aunque, como Lévy-Bruhl ha observado, “hasta cierto punto son capaces, mediante operaciones peculiares propias, de llegar a los mismos resultados”.

Estas operaciones se apoyan sobre todo en la memoria. El primitivo cuenta diferente a nosotros —en su mayor parte por medios concretos; y en este modo concreto de contar de nuevo supera al hombre civilizado. En otras palabras, la investigación de los procesos de contar del hombre primitivo ha mostrado que en este aspecto, como en la memoria y el habla, el hombre primitivo es más pobre y al mismo tiempo más rico que el civilizado. Por lo tanto aquí sería más correcto hablar no de una diferencia cuantitativa, sino de un modo cualitativo diferente de contar del primitivo.

Si intentáramos una descripción concisa de los procesos de conteo del hombre primitivo deberíamos decir que su rasgo dominante es el desarrollo de su aritmética natural. Él cuenta mediante la percepción concreta, la memorización natural y la comparación, sin recurrir a las operaciones técnicas concebidas por el hombre civilizado para contar. Ya que contamos de modo exclusivo con números, nosotros estamos inclinados a creer que si alguien carece de números más allá de tres no podrá contar más de tres. Lévy-Bruhl pregunta lo siguiente: “¿Tiene sentido para nosotros decir que el mismo resultado no puede ser obtenido de otro modo? ¿Sin duda la mente primitiva tiene sus propias operaciones y procesos especiales para alcanzar los mismos objetivos que nosotros con nuestro sistema numérico?” El primitivo percibe un grupo de objetos desde un punto de vista cuantitativo. En este caso, el signo cuantitativo actúa como una cualidad directamente percibida, al distinguir ese grupo de otros grupos. El hombre primitivo puede juzgar externamente si está completo.

Debería señalarse que la percepción directa de las cantidades también puede hallarse en el hombre civilizado, sobre todo cuando se trata de cantidades en orden. Si un músico tuviera que omitir un solo compás de una pieza musical, o si alguien al leer un poema tuviera que omitir una sola sílaba de inmediato concluiríamos, sin tener que contar y con base en nuestra percepción directa del ritmo, que faltó un compás o una sílaba. Por esta razón Leibnitz llamó a la música “aritmética inconsciente”.

Algo similar ocurre con el hombre primitivo cuando percibe grupos que consisten de diferentes números de objetos. La diferencia, por ejemplo, entre 12 y 3 manzanas es evidente a primera vista. La diferencia entre esas dos cantidades puede percibirse concretamente, sin necesidad de contar. No sorprende; al respecto tenemos la misma habilidad para decir de un vistazo cual es el grupo más grande de objetos.

Lo que por lo general hallan sorprendente los investigadores es la sutil diferenciación de lo que el hombre primitivo es capaz en este arte. Ellos describen que el hombre primitivo, apoyado en su memoria excepcional, ha incrementado esta percepción directa a un muy alto nivel. Es capaz, al comparar la impresión del momento con la imagen fija en su memoria, de decir si un solo objeto hace falta de un grupo grande.

Dobrizhoffer observa que “el hombre primitivo no solo no sabe aritmética, la evita. Su memoria prueba ser una desventaja mayor; el conteo le hastía, por eso no desea usarlo. Cuando los miembros de una tribu primitiva regresan de una expedición para cazar caballos salvajes, nadie pregunta cuantos caballos han traído. La pregunta es, ¿Qué tan grande es el área que ocupa la manada que trajiste?”.

Cuando los miembros de una tribu primitiva se disponen a salir de cacería echan una mirada a sus numerosos perros y al instante saben si alguno falta. El hombre primitivo es asimismo capaz de notar la ausencia de una sola cabeza de ganado de un rebaño de varios cientos. Tal precisa diferenciación es en esencia un mayor desarrollo de la misma percepción directa de cantidades que hallamos en nosotros mismos.

Mientras que distinguir un grupo de 12 manzanas de uno de 3 es tan fácil como distinguir rojo de azul, decir la diferencia entre un rebaño de 100 cabezas de ganado y uno con 101 es tan difícil como decir la diferencia entre dos azules, uno más oscuro que el otro. Sin embargo, en esencia es la misma operación, elevada por la práctica a un nivel superior de diferenciación.

Es de interés notar que el hombre civilizado contemporáneo también debe revertir esta percepción visual concreta cuando busca un sentido visual claro de la diferencia entre dos cantidades. Wertheimer tiene razón al decir que la aritmética natural de las gentes primitivas, como todo su estilo de pensar, lleva a resultados tanto superiores como inferiores a los nuestros. Inferiores porque ciertas operaciones están más allá de su alcance y sus capacidades al respecto están muy limitadas. Superiores porque su pensamiento está basado a permanencia en la realidad; la falta de abstracción remite directamente a la situación concreta viva. Así como nosotros lo vemos todos los días en la vida y en el arte, tales imágenes concretas prueban mucho más lo verdadero de la vida que las representaciones abstractas.

Cuando un moderno pacifista quiere transmitir una idea convincente del número de gente asesinada en una guerra, para su propósito él traduce el total aritmético abstracto en nuevos términos concretos aunque artificiales. Debe decir si los cuerpos de los muertos estaban colocados hombro con hombro y si podrían estirarse durante el viaje de Vladivostok a Paris. A través de tal imagen vívida él espera expresar una idea inmediata del colosal número de vidas perdidas, como en una percepción visual.

De modo similar, cuando usamos un diagrama convencional para representar la cosa más simple, como el respectivo consumo de jabón en China y Alemania, debemos dibujar la figura de un chino enorme y una más pequeña de un alemán, para simbolizar que China está mucho más poblada que Alemania; debajo de ellas debemos poner dos piezas de jabón, una pequeña y la otra enorme, de modo que todo el cuadro y el diagrama creen un mayor impacto que el mero dato aritmético abstracto. Es precisamente este tipo de cuadro y esquema gráfico que aparece de modo prominente en la aritmética natural del primitivo.

Lévy-Bruhl nota que el primitivo no considera necesarios nuestros números y es incapaz de usarlos. Para él los números son irrelevantes para las grandes cantidades que puede contar de manera diferente.

Este aspecto concreto o figurativo del conteo primitivo se manifiesta en una serie de rasgos especiales. De acuerdo con Thurnwald, si el hombre primitivo desea referirse a un pequeño grupo de gente, no dice el número total, sino que dice el nombre de cada uno de los conocidos personalmente; a los que no conoce los enumera con base en otros rasgos concretos, por ejemplo, el hombre con la nariz grande, el viejo, el niño y el de la piel enferma —todo para decir que llegaron cuatro gentes.

Una cifra grande al inicio es percibida como la imagen de algún tipo de cuadro donde la imagen y la cantidad se fusionan en un solo grupo. Es por eso, como hemos visto, que la mente primitiva es incapaz de conteo abstracto, al ser capaz de contar solo mientras el proceso de conteo parece relacionado con la realidad. Entre los primitivos, por lo tanto, los números siempre son nombres que designan algo concreto —una imagen o forma numérica usada como símbolo para cierta cantidad. Muy a menudo estos son simplemente artificios auxiliares de la memoria.

Sin embargo, el factor decisivo no es éste, sino la dirección tomada por el desarrollo del conteo del hombre primitivo, que no procede a través de aumentar la aritmética natural, sino exactamente por las mismas vías del desarrollo de la memoria y el pensamiento del hombre primitivo —la creación de signos especiales donde la aritmética natural es transformada en aritmética civilizada.

Entre las gentes primitivas se acepta que incluso este uso de signos es todavía muy concreto y visual. El método más simple usado por el hombre primitivo para contar es una comparación entre las partes del cuerpo y varios grupos de objetos. Por lo tanto, en su nivel más alto de su desarrollo no solo mira tales grupos, sino que hace una comparación cuantitativa entre ellos y otro grupo, como sus propios cinco dedos. De un solo vistazo cuantitativo él compara un grupo de objetos que necesita ser contado con algún tipo de herramienta para contar.

Por lo tanto el primitivo da un paso mayor hacia la abstracción y una transición mayor a vías completamente nuevas de desarrollo. Pero el uso de esta nueva herramienta, al comienzo, permanece concreto. Incluso aquí los primitivos cuentan de manera puramente visual. Tocan todos sus dedos y partes de sus manos, hombros, ojos, nariz, frente en sucesión, y de nuevo las mismas partes del otro lado, igualando así con puros medios visuales el número de objetos con las partes del cuerpo, contadas en cierto orden.

En tal proceso todavía no hay números reales. Lévy-Bruhl ha señalado que esta es una operación concreta de la memoria diseñada para definir cierta pluralidad. Haddon ve este sistema como una herramienta auxiliar para contar. Es usada del mismo modo que la cuerda con nudos y no del todo como una serie de números verdaderos. Es un aparato mnemónico más que una operación numérica. Aquí no hay un método de conteo, la misma palabra puede designar diferentes cantidades: por ejemplo, en Nueva Guinea, la palabra ano (cuello) significa tanto decena como catorce.

De modo similar, en otros pueblos las palabras para dedo, hombro y mano significan diferentes cantidades si se les usa del lado izquierdo o derecho del cuerpo. El mismo autor concluye que esas palabras por cierto no son para números. Él pregunta lo siguiente: “¿Cómo podría la misma palabra, doro, ser para 2, 3 y 4 así como para 19, 20 y 21, a menos que fuera definida por un gesto simultáneo que involucre uno o tres dedos de la mano derecha, o uno de los dedos correspondientes de la mano izquierda?”.

Brooke cita un caso admirable de cómo un nativo de Borneo trató de recordar sus instrucciones. Se le pidió visitar cuarenta y cinco villas rebeldes ahora sometidas, para decirles la cantidad de la multa que deberían pagar. ¿Qué hizo? Secó varias hojas y las dividió en dos partes. El supervisor las reemplazó con papel. Las puso una por una sobre la mesa mientras las contaba con los dedos de ambas manos. Colocó su pie sobre la mesa y comenzó a contar, sobre sus dedos, más piezas de papel, cada una para el nombre de una villa, el nombre de su jefe, el número de guerreros y el monto de la multa. Al terminar con los dedos del pie, regresó con los de las manos. Cuando terminó de contar había 45 piezas de papel sobre la mesa.

Pidió que le repitieran las instrucciones. Mientras esto se hacía, él recorrió las piezas de papel y las contó con sus dedos de manos y pies, como antes. “Así es como escribimos”, dijo; “ustedes los blancos no pueden leer como nosotros”. Por la tarde repitió lo mismo con precisión, al poner un dedo por separado sobre cada pedazo de papel. Y dijo, “Si puedo recordar todo esto mañana por la mañana, todo estará bien, dejaremos estos pedazos de papel en la mesa”. Entonces los apiló al azar. A la mañana siguiente puso los pedazos de papel en el mismo orden que el día anterior y repitió en detalle todo, con total exactitud. Todo el mes fue de una villa a otra, lejos, y no olvidó cada una de las diferentes cantidades.

“El acto de arreglar piezas de papel”, como dice Lévy-Bruhl “en el lugar de manos y dedos, es particularmente admirable. Nos da un ejemplo absolutamente puro de ‘abstracción concreta’ inherente al pensamiento pre lógico, que no ha perdido nada de su original concreción”. Es muy difícil imaginar un ejemplo más directo de la diferencia esencial entre la memorización humana y la animal. Cuando se confronta con una tarea más allá de sus habilidades, el primitivo recurre al papel, los dedos y a la creación de símbolos externos.

Trata de actuar sobre su memoria desde el exterior. Él organiza los procesos internos de memorización desde el exterior a través de suplantar operaciones internas por actividad externa, sobre la cual tiene más control. Al organizar esta actividad externa domina su memoria con ayuda de símbolos. Ahí radica la diferencia esencial entre memoria humana y animal. Al mismo tiempo este ejemplo también muestra cómo las operaciones de conteo, en el hombre primitivo, se asocian con aquellas de la memoria.

Roth preguntó a un primitivo cuantos dedos de las manos y pies tenía, y le invitó a marcar su número con líneas en la arena. Él comenzó a doblar dos dedos de cada mano y por cada par dibujó una línea en la arena. Un método similar es usado por los jefes tribales para contar gente. Interpretamos esto como una vía instrumental indirecta de formular una representación de cantidad con ayuda de símbolos. Como podemos ver, la transición de la aritmética natural, basada en la percepción directa de cantidades, a una operación mediada hecha con ayuda de símbolos, está situada en los primeros estadios del desarrollo cultural del hombre.

Tal conteo al usar partes del cuerpo y tal numeración concreta, que gradualmente deviene semi-abstracta y semi-concreta, forman la primera fase de nuestra aritmética. Haddon escribe, “No podemos decir que nagibet es el nombre del número cinco. ¡Ello solo significa que hay tantos objetos como dedos de una mano!”. Tal conteo está por lo tanto basado en una gráfica tácita de comparación pictórica, un concepto manual o visual, como lo pone este autor, sin el cual el desarrollo de las operaciones numéricas primitivas serían incomprensibles.

Este origen gráfico de los términos numéricos también es evidente por el hecho que los primitivos tienden a contar no en unos, sino en los más diversos grupos, en dos, en cuatros, cincos y así. Por esto, aunque solo tienen a su disposición los pocos números a los cuales ese grupo está limitado, pueden contar números muy grandes por el uso repetido de los mismos números.

La naturaleza concreta de este proceso se ilustra por la existencia entre las tribus primitivas de diferentes sistemas de contar, por ejemplo, objetos planos o redondos, animales y gente, tiempo, objetos grandes, etc. Diferentes objetos deben ser contados de modo diferente. El lenguaje mikir, por ejemplo, tiene sistemas de conteo separados para gente, animales, árboles, casas, objetos planos y redondos y partes del cuerpo. El número siempre es el número de un objeto dado.

Vestigios de esta sobrevivencia de los métodos de contar los aplicamos a diferentes objetos. A la fecha, por ejemplo, contamos lápices en docenas y en bruto, etc. En este aspecto, las palabras auxiliares usadas por muchos pueblos primitivos cuando cuentan, son de interés particular. Su función es como si ayudaran a la gente a visualizar los estadios subsecuentes de la operación aritmética. En tal lenguaje, por ejemplo, “veintiún piezas de fruta” suena literalmente como sigue: “Sobre veinte piezas de frutas coloco una hasta arriba”. “Veintiséis piezas de fruta” sonará como “Encima de dos grupos de frutas de diez piezas cada uno yo pongo seis arriba”.

Como lo ha notado Levy-Bruhl, aquí vemos en la aritmética la misma cualidad gráfica hallada en la estructura general del lenguaje primitivo. Paradójicamente, dice, uno debe concluir que en las sociedades inferiores el hombre contaba sin números. Sería erróneo argumentar que la mente humana construyó números para contar, porque en los hechos reales la gente comenzó a contar antes de haber creado con éxito los números.

Wertheimer da una sólida explicación de la relación entre la operación numérica y la situación concreta, al mostrar que las imágenes numéricas usadas por los primitivos están dirigidas a las posibilidades reales. Cualquier cosa que no corresponda a la vida real también es imposible en sus operaciones de conteo. Donde no haya conexión concreta viva entre las cosas, tampoco hay relación lógica para ellas. Desde el punto de vista del hombre primitivo, por ejemplo, 1 caballo + 1 caballo = 2 caballos; 1 hombre + 1 hombre = 2 hombres; 1 caballo + 1 hombre = 1 hombre caballo.

Wertheimer ha planteado la pregunta de cómo estas gentes se comportaban cuando se confrontaban con tareas mentales en situaciones de la vida real donde nosotros usaríamos números. Parece que el hombre primitivo con mucha frecuencia está obligado a arreglárselas con tales situaciones. Cuando lo hace, opera en los niveles más inferiores de su desarrollo por medio de percepciones directas de cantidad, pero en los niveles más superiores mediante imágenes numéricas que son usadas como símbolos o herramientas, mientras que todavía retienen su naturaleza puramente concreta.

Los símbolos o herramientas auxiliares en el estadio temprano incluyen guijarros, dedos y ramas, que más tarde se desarrollaron como palos con muescas (Figura 19). Eventualmente, cuando el primitivo ya no puede usar sus dedos para contar, usará los dedos de algún amigo e invitará, si es necesario, a una tercera persona para poder acceder a una nueva serie de diez.

Figura 19 http://www.marxists.org/archive/vygotsky/works/1930/man/ch06.htm

En los sistemas de conteo empleados por los pueblos primitivos, a menudo vemos signos parecidos a los empleados por el sistema romano. Los zunis, por ejemplo, usan nudos para designar todos los números: un solo nudo para uno, un nudo más complejo para cinco; y uno aún más complejo para diez. Dos significa uno más uno. Cinco precedido por un solo nudo significa cuatro; cinco seguido de un nudo es seis. Este sistema para denotar una cantidad menor al descontar uno de una cantidad mayor, sugiere que el hombre primitivo está inclinado aritméticamente hacia grupos naturales redondeados y completos (dedos, etc).

Un investigador describe una instancia extraordinaria de conteo primitivo, que ilustra el desarrollo de los sistemas numéricos. Los primitivos primero cuentan los dedos de una mano, mientras dicen en voz alta, “eso es uno”, etc. Cuando llegan al ultimo dedo agregan: “una mano”. Entonces cuentan los dedos de la otra mano del mismo modo, y luego los dedos de sus pies. Si no han terminado de contar, cuentan “una mano” como una unidad de orden superior. Ahora, cuando cuentan los dedos de manos y pies, cada uno vale por cinco, o como una mano completa.

Los psicólogos han reproducido esta operación de modo experimental. Supongamos que invitamos a un grupo de gente civilizada para contar 27 objetos al tiempo que se les advierte el propósito de los ejercicios que, como ciertos pueblos primitivos, no saben contar más allá de cinco. Nuestros experimentos han mostrado que algunos miembros del grupo no pueden resolver el problema; otros lo resuelven al apartarse de las reglas; mientas el resto lo resuelve correctamente y cada uno de idéntico modo.

‘Ellos cuentan los objetos repitiendo todo el tiempo las series del uno al cinco; entonces cuentan todos los cincos y expresan el resultado así: cinco cincos más dos. La investigación ha mostrado que nuestro sistema de conteo decimal también se basa en este mismo principio. Siempre es como contar con dos hilos; contamos los objetos y después contamos nuestra cuenta, o los grupos de esos objetos. Cuando cuento 21, 22, 23... y después 31, 32, 33, en realidad estoy contando solo 1, 2, 3 con el propósito de contar, mientras la palabra “veinte” y “treinta”, que se agrega cada vez, me dice que estoy contando el segundo rango de dieces.

La investigación experimental nos ha llevado a la conclusión muy interesante que nuestro sistema de contar hace el conteo para nosotros. Mientras el hombre primitivo está obligado a dividir su atención primero al contar objetos con sus dedos y después a contar con esos dedos el número total de manos; nuestro sistema decimal por sí mismo ejecuta la misma función para nuestro beneficio. Los psicólogos dicen, por esta razón, que desde un punto de vista psicológico, cuando contamos en realidad recordamos más que contar. Usamos nuestro sistema numérico de modo automático, reproducimos una serie numérica para que, al alcanzar cierto punto, reconozcamos el resultado preciso. Lo que vemos de una forma oculta, automatizada y bien desarrollada en el hombre civilizado, también ocurre en el primitivo pero todavía de una forma visible que está en proceso de desarrollo.

Es de interés notar que tales ayudas específicas son usadas no solo para conteo simple, también lo son para algunas operaciones aritméticas algo más complicadas. Wertheimer describe un extraordinario método de computación hallado entre los kurdos a lo largo de la frontera Ruso-Pérsica. Como ellos todavía carecen de una operación abstracta de conteo, los kurdos multiplican de la siguiente manera: figuras del 6 al 10 son designadas al doblar uno, dos, tres o cinco dedos (significando, por supuesto, más cinco). La multiplicación de 5 x 5 a 10 x 10 se hace de tal modo que las figuras dobladas son interpretadas como decenas y los dedos rectos son multiplicados como unidades.

Por ejemplo, multipliquemos 7 x 8. En una mano, dos dedos están doblados (2+5=7); y en la otra, tres (3+5=8); con las manos juntas, los dedos doblados se suman (2+3=5), y los dedos rectos se multiplican (2x3=6). Resultado: 56.

Leroi ha observado que entre la gente civilizada es posible hallar mayorías o imágenes numéricas (siglo, año, semana, mes, escuadrón, todos son imágenes numéricas). Él inquiere, “¿Qué hace a la palabra fijiana kogo, que significa cien cocos, más primitiva que la palabra siglo, que significa cien años?”. En nuestra sociedad diez soldados que caminan separados son diez hombres; pero cuando marchan en formación con un cabo son un pelotón. En el ejemplo, Leroi ve un paralelo con el hecho que en las lenguas primitivas los números “describen especiales circunstancias” y cuentas.

Su principal conclusión parece irrefutable: la numeración de los primitivos no puede ser comparada con la “numeración” de los animales: en otras palabras, toda la aritmética primitiva no debe ser tratada como la percepción directa de cantidades. Siempre que se busca cruzar ciertos límites, esta numeración embrionaria tiene que recurrir a la ayuda de mnemotecnias concretas (uso de los dedos o palos): de hecho esta combinación de aritmética natural (percepción directa de cantidades) y mnemotecnias es el rasgo más esencial de la numeración primitiva. Leroi compara esta aritmética con el conteo del iletrado y el uso de números visuales (diagramas) en nuestra sociedad.

El desarrollo posterior de las “matemáticas civilizadas” está muy relacionado con la evolución de los signos y las vías para usarlos. Esto no solo se aplica para los niveles inferiores, sino también para los superiores del desarrollo de las matemáticas científicas. Cuando explicamos la sustancia del método algebraico, Newton dice que para resolver la cuestión relacionada con los números o las relaciones abstractas entre las magnitudes, uno solo tiene que traducir el problema del inglés a cualquier otra lengua en la cual se propone un lenguaje algebraico que sea capaz de expresar nuestros conceptos acerca de las relaciones entre magnitudes.

Sheremetiévskiy, en su estudio titulado “Historia de las Matemáticas”, a fondo ilustra el papel de los símbolos como herramientas. “Como para el mismo análisis matemático, tienen una característica que los hace una genuina máquina de pensar, trabajando con la velocidad y exactitud que uno espera de un mecanismo bien ajustado. Me refiero al aparato del registro simbólico, mediante signos algebraicos, de todas las conclusiones del análisis”.

Al comparar el algebra contemporánea que usa esos signos, y el algebra retórica de los antiguos, él concluye que todo el esfuerzo psicológico dedicado a la solución de problemas adquirió una nueva estructura bajo el impacto de la nueva técnica para designar operaciones. Al referirse a los matemáticos de la antigüedad escribe, ‘Ellos no tenían el simbolismo que sirve para mecanizar el razonamiento y del cual el álgebra moderna deriva su inmensa superioridad. En su algebra no simbólica o retórica, la memoria y la imaginación tienen que ser ejercitadas de modo intensivo para retener una comprensión constante de toda la hebra lógica que conecta la conclusión última con los términos del problema. Los antiguos matemáticos tenían que desarrollar el muy especial tipo de conjunto mental que uno halla en los jugadores de ajedrez quienes no miran el tablero durante el juego. El hecho que Euclides no produjera imitadores y que la teoría de lo incalculable permaneciera sin cambios durante 1,800 años, expresa alguna idea de los poderes sobrehumanos del razonamiento abstracto que se requirieron para este tipo de trabajo.
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Conducta primitiva


Resulta claro que el hombre primitivo, en su propio desarrollo, tuvo que haber dado ese paso vital del cambio de la aritmética natural hacia el uso de signos. Como hemos hallado el mismo cambio en el desarrollo de la memoria y el pensamiento, podemos asumir que esta es la dirección general tomada por el desarrollo histórico de la conducta humana.

Así como el dominio creciente del hombre sobre la naturaleza es menor en el desarrollo de sus órganos naturales que en el aumento de su tecnología, así también el control de sí mismo y del implacable desarrollo de su conducta se halla sobre todo en el aumento de los símbolos externos, dispositivos y técnicas elaboradas en un medio ambiente social particular bajo la presión de las demandas técnicas y económicas.

Todas las operaciones psicológicas naturales del hombre devienen radicalmente alteradas por esas influencias. Algunas se debilitaron, mientras que otras devinieron altamente desarrolladas. Sin embargo, el elemento más importante, decisivo y característico de este proceso es que fue aumentado desde el exterior, y a fin de cuentas fue determinado por la vida social del grupo o de la gente a la cual pertenecía el individuo.

Mientras vemos que los monos usan herramientas pero no símbolos, en el caso del hombre primitivo hallamos el trabajo como la base de su existencia, el cual surge del uso de herramientas primitivas y de la transición de los procesos psicológicos naturales (como la memoria eidética y la percepción directa de cantidades) al uso de símbolos civilizados y a la creación de una tecnología especial que le permite controlar su propia conducta.

Sin embargo, hay en este aspecto un rasgo que caracteriza el estadio alcanzado por el hombre primitivo en su desarrollo. Si nos piden el nombre de un rasgo esencial del hombre primitivo, lo más usual que viene a la mente es magia, o pensamiento mágico. Como trataremos demostrar, este rasgo caracteriza no solo la conducta externa dirigida a lograr el control de la naturaleza, sino también su conducta dirigida al control de sí mismo.

Cualquier ejemplo sencillo será suficiente para ilustrar la esencia de la magia. Digamos que alguien quiere que llueva. Para este propósito procede a llamar la lluvia mediante una ceremonia especial en la cual sopla fuerte, ondea sus brazos y percute un tambor para simular el viento, los relámpagos y los truenos; también vierte agua. En otras palabras, él imita la lluvia, crea un cuadro visual similar al que quiere producir en la naturaleza. Cuando el hombre primitivo o semi-primitivo copula sobre un sembradío, con la esperanza de inspirar la fertilidad, también está empleando una magia similar, basado en la analogía.

Dantsel observó muy bien que el primitivo hace la ceremonia de la fertilidad en aquellas instancias donde nosotros usaríamos técnica agrícola. Estos ejemplos sencillos aclaran que el hombre primitivo recurre a las operaciones mágicas como medios para lograr el control o el dominio sobre la naturaleza, o para provocar, cuando se quiera, varios fenómenos.

Esto es lo que hace humana en esencia a la conducta mágica, más allá del alcance de los animales. Por la misma razón es erróneo referirse a la magia solo como un pensamiento inadecuado. En un sentido, por cierto, es un paso enorme comparado con la conducta animal. Expresa una tendencia humana madura para dominar la naturaleza, en otras palabras, una tendencia de cambio hacia una nueva forma fundamental de adaptación.

La magia exhibe no solo una tendencia hacia el dominio de la naturaleza, sino una tendencia igual de extensa para dominarse uno mismo.

Al respecto, la hallamos en embrión en otra forma de conducta puramente humana: el control sobre nuestras propias reacciones. La magia prevé una influencia básicamente idéntica sobre las fuerzas de la naturaleza y sobre la conducta humana. Puede conspirar en igual medida para inducir ya sea amor o lluvia. Por esta razón, contiene el indivisible núcleo de la técnica futura designada para dominar la naturaleza, de la técnica civilizada para el control de la propia conducta del hombre.

Dantsel por consiguiente halla que, contrario a la práctica objetiva de nuestra propia técnica, podemos en cierto grado clasificar la conducta mágica como un tipo de psicotécnica subjetiva, aplicada de modo instintivo. En su opinión, la falta de diferencia entre lo objetivo y lo subjetivo, y su gradual polarización, marca el punto de partida y el camino más vital del desarrollo cultural.

En la realidad, la separación completa de lo objetivo y lo subjetivo deviene posible solo con base en una técnica altamente desarrollada en la que el hombre, a la vez que influye en la naturaleza, viene a conocerla como algo fuera de sí mismo y sujeta a sus propias leyes especiales. En el proceso de su propia conducta, mientras acumula cierta experiencia psicológica, llega a conocer las leyes que gobiernan su conducta.

El hombre influye en la naturaleza al repeler sus fuerzas y cautivarse de ellas para actuar sobre otros. Actúa sobre sí mismo de modo similar, al repeler fuerzas externas (estímulos) y usarlas para actuar sobre él mismo. Esta experiencia de ejercer influencia mediante la fuerza externa de la naturaleza, esta vía para usar herramientas psicológicas, es idéntica para la técnica y la conducta.

Bühler y Koffka han observado que, como ocurre en el niño al principio, el uso de palabras para simbolizar cosas se parece psicológicamente al uso de palos en los experimentos con chimpancés. Observaciones en el niño han mostrado que, desde el punto de vista psicológico, todas las características del proceso que hemos visto en los monos ocurren una vez más aquí. Lo que distingue al pensamiento mágico del hombre primitivo es el hecho que dos modos de su conducta, dirigidos respectivamente a dominar la naturaleza y dominarse a sí mismo, no han llegado a ser dos entidades separadas.

Reinach define la magia como la estrategia del animismo. Otros autores, como Hubert y Mauss, la han definido como la técnica del animismo. Y por supuesto es verdad que el primitivo, al ver la naturaleza como un sistema de objetos y fuerzas animados, actúa sobre esas fuerzas tal como actúa sobre las creaturas animadas. Por esta razón, Taylor está en lo cierto al considerar la magia como un énfasis erróneo sobre lo ideal a expensas de lo real.

Frazer tiene razón cuando dice que la magia considera el control sobre los pensamientos como el control sobre las cosas: las leyes naturales son suplantadas por leyes psicológicas y, para el hombre primitivo, lo que es similar en la mente es similar en la realidad. Ahí está la base de la magia imitativa. Los ejemplos anteriores dejan claro que en las operaciones mágicas el intento de actuar sobre la naturaleza está gobernado por la ley de la asociación simple a través de la similitud.

Ya que la ceremonia hecha es una reminiscencia de la lluvia, por lo tanto debe provocar lluvia en la naturaleza; ya que el acto sexual lleva a la fertilidad, ello debe garantizar una buena cosecha. Actos como esos prueban ser posibles solo si uno asume que las leyes de la naturaleza y del pensamiento son una y la misma. Una similar identificación entre las leyes de la naturaleza y las del pensamiento también subyace a otras operaciones mágicas, por ejemplo: practicar el daño, partir en dos o perforar la imagen de alguien a quien uno desea herir, o quemar mechones de su pelo, etc.

Nuestra consideración de la conducta mágica del hombre podría quedar incompleta si no señalamos que el hombre despliega la misma actitud no solo hacia la naturaleza, sino también hacia sí mismo.

Palabras, números y nudos usados para memorizar también comienzan a jugar el papel de artefactos mágicos, porque el hombre primitivo no ha controlado aún su propia conducta al punto donde pueda entender las leyes reales que gobiernan el lenguaje, los números o los símbolos mnemotécnicos. Para él, el efecto exitoso de esos aparatos parece mágico, tal como los primitivos solían atribuir a la magia la habilidad del hombre blanco para comunicar sus ideas mediante la escritura, etc.

Sin embargo, sería un gran error darle absoluta importancia al carácter mágico del pensamiento y conducta primitivos como lo hace Lévy-Bruhl, y conferirle el status de rasgo primario, de origen independiente. Como lo señala Thurnwald, la investigación ha mostrado que por cierto la magia no se halla con frecuencia en los pueblos más primitivos. El medio apropiado para su desarrollo solo se halla entre semi-primitivos, mientras que florece entre los primitivos superiores y los antiguos pueblos civilizados. Se necesita un desarrollo cultural considerable para satisfacer los prerrequisitos de la magia.

Es por lo tanto imposible decir que la conducta primitiva y mágica sea co-extensiva, y que la magia no es un rasgo primario del pensamiento sino relativamente tardío. Leroi escribe, “En la magia Lévy-Bruhl ha encontrado una esfera fundamental que confirma sus ideas. Pero la magia también existe entre las gentes civilizadas; como creencia en fuerzas mágicas, no es ipso facto sinónimo de pensamiento contrario a las leyes naturales de la lógica”. Este último punto es en particular importante, pues nos permite entender el verdadero lugar y significado de la magia en la conducta primitiva. Ya nos hemos referido al fino análisis de Thurnwald donde muestra que la ceremonia mágica del alejar a los espíritus de un enfermo, es por completo lógica desde el punto de vista del entendimiento del hombre primitivo de las causas de la enfermedad.

Thurnwald ha demostrado también que para hacer emerger la magia, los poderes técnicos del hombre primitivo deben haberse desarrollado a cierto nivel. Sin ese grado de desarrollo técnico y mental, la conducta no puede asumir rasgos mágicos. La magia, por lo tanto, no genera técnica y mentalidad primitivas: en su lugar, la magia es generada por la técnica y por la técnica relacionada con el pensamiento primitivo.

Esto en particular deviene claro cuando consideramos que la magia no solo llegó a escena demasiado tarde y es relativamente independiente del modo de vida primitivo, sino aún cuando la magia está bastante desarrollada no es la única influencia dominante sobre la conducta y el pensamiento primitivos, y por cierto no tiñe toda la conducta primitiva. Además, como la investigación ha mostrado, ella solo representa una de las muchas facetas de la conducta que, aunque ligada interna u orgánicamente a todas las otras, no puede reemplazarlas y no es idéntica a ellas.

Un investigador, cuya opinión hemos citado, dice que si el hombre primitivo en realidad pensara como lo estableció Lévy-Bruhl no habría sobrevivido más de un solo día. Esto es verdad. Toda la adaptación a la naturaleza, toda la actividad técnica primitiva, caza, pesca y guerra —en una palabra, todos los componentes esenciales de la vida del hombre primitivo, serían por completo imposibles si se basaran solo en el pensamiento mágico, como serían el control de la conducta, la actividad mnemotécnica, los inicios de la escritura y la numeración, y el uso de símbolos. Para lograr el dominio sobre las fuerzas de la naturaleza y de la propia conducta, nuestro pensamiento debe ser real, no imaginario; lógico, no místico; y técnico, no mágico.

Ya hemos visto que el significado mágico de los artefactos mnemotécnicos primarios, palabras y números —y de los símbolos en general— es de origen tardío y en cualquier caso no podemos decir que sea original o primario. Leroi tiene razón cuando dice que no hay nada primitivo en el significado místico de los números. Lo mismo es cierto con el aumento tardío de la magia. En todo caso la magia no es el origen primario del desarrollo cultural, ni es sinónimo de lo rudimentario y lo primitivo en el pensamiento. Aún cuando esto ocurra, como ya hemos visto, no abarca la conducta como un todo.

En palabras de Leroi, “El hombre primitivo existe en dos planos diferentes, uno es natural o experimental, mientras el otro es sobrenatural o místico. Esto se aplica en igual grado a la mente del primitivo y a su vida. Los dos planos pueden fusionarse aunque no es la regla, pese a las afirmaciones de Lévy-Bruhl”. Mientras que la importancia de los magos no debe ser subestimada, dice Leroi en otra relación, tampoco debe exagerársele; sobre todo, debería considerársele en su propio contexto. “En otras palabras, es erróneo afirmar que la mente primitiva con frecuencia mezcla poderes mágicos con habilidad técnica”. Aquellos que devienen jefes, por ejemplo, no son magos, pero son aquellos con mayor edad y experiencia, valor y elocuencia.

El principal error de Lévy-Bruhl es no dar el debido peso a la actividad técnica y al intelecto práctico del hombre primitivo. El uso de implementos, los cuales aunque ligados genéticamente con las operaciones del chimpancé es de un calibre infinitamente superior, es fundamentalmente diferente de la magia.

Lévy-Bruhl con frecuencia malinterpreta el pensamiento del primitivo como idéntico a su actividad instintiva y automática.

Leroi en este punto dice lo siguiente: “No puede compararse, como lo hace Lévy-Bruhl, la actividad técnica del hombre primitivo con la habilidad del jugador de billar. Este es un sujeto capaz en comparación con el modo de nadar y de trepar árboles del primitivo, pero hacer un lazo o un hacha requiere mucho más que una operación instintiva: el material debe ser escogido y sus propiedades reconocidas; después tiene que ser secado, suavizado y cortado, etc. En todo esto, la habilidad puede dar precisión a los movimientos de una persona, pero no puede analizarlos o combinarlos. El jugador de billar puede no tener habilidad matemática alguna, pero el diseñador del juego debe haber tenido más que habilidad instintiva. ¿La falta de teoría abstracta significa ausencia de lógica? ¿Al ver que el bumerán regresa a él, cómo el primitivo no atribuirá este efecto a un espíritu? Tendría que haber visto en esto el resultado de su forma e identificar los detalles funcionales para reproducirlo”.

No es nuestro propósito ahondar aquí en esta materia. El problema de la magia trasciende mucho los confines de nuestro tema y requiere algo más que investigación y explicación psicológica; sin embargo, deseamos arriesgar la suposición teórica que el pensamiento mágico, considerado como la diferencia entre la necesidad de controlar las fuerzas naturales y la habilidad real para hacerlo, no solo se debe a un desarrollo inadecuado de la técnica y la razón, acompañado por una exageración de los propios poderes, como dice Thurnwald, sino que emerge en cierto estadio del desarrollo de la técnica y del pensamiento, como producto necesario de la tendencia, todavía no dividida, a controlar tanto la naturaleza como la propia conducta, de la unión primitiva de la “psicología y la física ingenuas”.

A lo largo de esta presentación, hemos buscado mostrar que los dispositivos del pensamiento primitivo son creados y llevados inevitablemente hacia el pensamiento integrado, preparando el terreno psicológico para la magia. Una divergencia en el curso del desarrollo del intelecto práctico, o pensamiento técnico, y del pensamiento oral o verbal es el segundo pre requisito para la emergencia de lo mágico. La necesidad del desarrollo temprano del pensamiento técnico, y la adaptación y subyugación de las fuerzas de la naturaleza a nuestro propio poder, constituye la mayor diferencia entre el intelecto del hombre primitivo y el niño.

La tercera teoría del desarrollo psico-cultural, a la que nos hemos referido en uno de los primeros parágrafos de este capítulo y cuyos principales aspectos hemos buscado desarrollar en este estudio, sostiene que los componentes básicos del desarrollo psicológico del hombre primitivo pueden ser hallados en el desarrollo de la técnica y del correspondiente desarrollo de la estructura social. Lo mágico no da origen a la técnica, sino el desarrollo correspondiente de la técnica, bajo las condiciones especiales de la vida primitiva, es lo que da origen al pensamiento mágico.

Esta unión primitiva de “psicología ingenua” con “física ingenua” puede verse con especial claridad en los procesos del trabajo primitivo, los cuales, para nuestro arrepentimiento, hemos dejado a un lado, pero son la verdadera llave para entender toda la conducta del hombre primitivo. Esta unión halla su expresión material simbólica en la combinación de la herramienta y el símbolo que es tan común entre los pueblos primitivos. Por ejemplo, como dice Bucher, “En Borneo y las Célebes se ha encontrado estacas especiales para excavar, con un palo más pequeño atado en un extremo. Cuando la estaca es usada para aflojar la tierra durante el sembrado del arroz, el palo pequeño emite un sonido”. Este sonido es muy similar a los gritos de mando dirigidos a regular el ritmo del trabajo. El sonido del artefacto atado al palo de excavar toma el sitio de la voz humana. Aquí, una herramienta como medio para actuar sobre la naturaleza y un símbolo para estimular la conducta se combinan en el mismo dispositivo, del cual evolucionarán más tarde la pala primitiva y el tambor.

La combinación de las tendencias hacia el control de la naturaleza y al control de la propia conducta en el acto mágico, el cual refleja el inicio del desarrollo cultural en el espejo distorsionado de la magia —el título completo del hombre, en palabras de Thurnwald— es el rasgo más característico de la personalidad del primitivo. El desarrollo cultural posterior, controlado por el dominio creciente de la naturaleza, produce la divergencia de esas dos tendencias. Un desarrollo técnico más avanzado eventualmente separa las leyes de la naturaleza de las del pensamiento, y comienza el acto mágico a declinar.

En paralelo con el mayor grado de dominio sobre la naturaleza, la vida social y el trabajo comienzan a hacer cada vez más imperativo el control sobre nuestra propia conducta. El lenguaje, los números, la escritura y otros dispositivos técnicos se desarrollan. Con su ayuda, la conducta del hombre crece a niveles nuevos.

Para ver la primera parte ir a
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Vygotskiy y Luria


ESTUDIOS SOBRE HISTORIA DE LA CONDUCTA.
MONO, HOMBRE PRIMITIVO, NIÑO.

En: A. R. Luria and L. S. Vygotsky. Ape, Primitive Man, and Child: Essays in the History of Behaviour. Ed. Harvester Wheatsheaf, 1992.


Traducción: Efraín Aguilar
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Capítulo 2
EL HOMBRE PRIMITIVO Y SU CONDUCTA
L. S. Vygotskiy
(Primera parte)

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Tres planos del desarrollo psicológico

En psicología científica, la noción de que todas las funciones psicológicas del hombre deberían ser vistas como producto del desarrollo ha echado profundas raíces. De acuerdo con Blonskiy, “La conducta del hombre puede ser entendida solo como la historia de la conducta”.

En la actualidad se estudia dos planos del desarrollo psicológico más a fondo. La psicología considera la conducta humana como el resultado de una prolongada evolución biológica. Lo prueban las manifestaciones rudimentarias de las más complejas pautas conductuales humanas en los más simples organismos unicelulares, al verse en sus reacciones primitivas —en sus movimientos “desde algo y hacia algo”— los momentos iniciales para entender las más superiores formas de pensamiento y voluntad del hombre moderno.

En los instintos de los animales se halla el prototipo de las emociones humanas, y en el miedo y la ira humanos se detecta los signos de huida y ataque de los predadores. En los reflejos condicionados primarios estudiados en laboratorios se ve los fundamentos a partir de los cuales se desarrolló toda la actividad compleja del hombre, como un producto de la corteza cerebral. En palabras del académico Pávlov, se trata de abarcar en una sola ley el movimiento de las plantas que se arrastran hacia la luz del sol y los cálculos por los que Newton descubrió las leyes de la gravitación universal, como “eslabones separados de una misma cadena de la adaptación biológica de los organismos".[1]

Por último, en los recientes experimentos de Köhler que ya hemos discutido antes, la psicología adquirió el eslabón perdido que conecta la conducta humana con la conducta de sus parientes más cercanos en la evolución biológica —los monos antropoides. El triunfo completo del darwinismo en psicología fue posible sólo a través de un descubrimiento que mostró cómo el desarrollo de una parte significativa del intelecto humano —la invención y uso de las herramientas— puede retroceder al pasado en la conducta de los monos quienes también son capaces, en ciertas circunstancias, de inventar y usar las herramientas más simples.

En esta vía se probó incluso la posibilidad de descubrir en el mundo animal las raíces de esa forma específica de adaptación humana activa al medio ambiente, que separó a la humanidad del resto del reino animal y la lanzó a través del camino del desarrollo histórico. El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre, mencionado por Engels, fue confirmado aquí por el experimento científico.

Todo esto se combinó para enlazar firme e inseparablemente la psicología humana con la psicología biológica evolutiva y enseñó a los investigadores ver que, en palabras de Blonskiy, mucho de la conducta humana, incluso hoy, es la de un animal parado en sus piernas y que habla.

Otro plano del desarrollo también ha sido estudiado con acuciosidad excepcional. Tal como lo establecieron hace tiempo los psicólogos, la conducta de un humano adulto no se crea de modo instantáneo, sino que emerge gradualmente y se desarrolla de la conducta infantil. Es cierto que alguna una vez psicólogos y filósofos no veían nada malo en la noción que las ideas y pensamientos del hombre son la base innata del alma humana, y no están sujetos al desarrollo del cuerpo del niño.

Ellos creían que las ideas humanas más elevadas eran inherentes al niño al momento de nacer o incluso antes. En este aspecto escribió Descartes, “Yo no digo que el espíritu de un niño en el vientre de su madre delibera sobre temas metafísicos, pero sí tiene ideas acerca de Dios, acerca de sí mismo y acerca de todas las verdades auto evidentes, tal como los adultos hacen mientras no piensan en realidad acerca de esas verdades".[2]

Las conclusiones a sacar de tales asertos fueron formuladas por Malebranche, quien aseveró que los niños tienen el más fácil dominio del conocimiento abstracto, lógico, metafísico y matemático. Como los niños poseen ideas innatas, entonces las verdades eternas se les deberían conferir tan pronto como fuera posible: a mayor cercanía de la fuente innata, mayor pureza y verdad de la idea. La experiencia sensorial última del niño, basada en hechos al azar, empañará la pureza prístina de la idea innata.

Tales ideas fueron abandonadas hace mucho por la psicología científica, a favor de la regla por la cual el pensamiento y la conducta del hombre adulto deberían ser vistos como resultado de un proceso complejo muy largo del desarrollo del niño. La psicología ha buscado analizar con la mayor acuciosidad todas las transformaciones cualitativas de una forma de conducta en otra, y todos los cambios cuantitativos que, cuando son tomados juntos, comprenden la base del desarrollo infantil.

La psicología ha escrutado la vía por la que los destellos individuales del habla humana emergen gradualmente de los chillidos y de los balbuceos de los niños muy pequeños, y la vía por la que el proceso de dominar el habla deviene esencialmente completo hasta al momento de la madurez sexual, pues sólo a partir de entonces el habla deviene una herramienta que permite al niño formar conceptos abstractos y un medio para el pensamiento abstracto. También ha escudriñado la vía por la cual las tendencias, habilidades y talentos futuros del niño se muestran durante el juego, y cómo en el mundo imaginario del niño los elementos de la imaginación creativa —las bases futuras de la actividad artística y científica— se ejercitan y maduran.

Como hemos visto, ambos planos del desarrollo han devenido enraizados de modo bastante profundo en psicología. Hay todavía un tercer plano del desarrollo, del que los psicólogos están mucho menos enterados y que es en lo fundamental bastante diferente de los otros dos tipos de desarrollo: es el desarrollo histórico.

La conducta del hombre contemporáneo civilizado es producto no solo de la evolución biológica o del desarrollo del niño; también es producto del desarrollo histórico. En el proceso del desarrollo histórico del hombre, las relaciones externas entre la gente y las relaciones entre el ser humano y la naturaleza no son todas las que han cambiado y se han desarrollado. El hombre mismo ha cambiado y se ha desarrollado; la naturaleza humana ha cambiado.

El tipo psicológico del europeo o americano contemporáneos civilizados ha sido formado como resultado de esos prolongados cambios. Podemos entender las peculiaridades de este tipo solo con buscar explicaciones de su génesis, solo con inquirir de donde han venido.

El desarrollo histórico de la psicología humana ha sido estudiado menos a fondo que los otros dos planos del desarrollo, porque la ciencia tiene para ello mucho menos material accesible sobre los cambios históricos de la naturaleza humana que sobre el desarrollo biológico o del niño. El enorme y variado mundo de los animales, congelado en varios estadios del “origen de las especies”, proporciona una clase de panorama viviente de la evolución biológica y hace posible agregar los datos de la psicología comparativa a aquellos de la anatomía y fisiología comparativas.

El desarrollo del niño es un proceso que hemos visto completado en repetidas veces frente a nuestros ojos. Puede ser estudiado en un huésped de diferentes maneras. El proceso del cambio histórico en psicología humana, por otro lado, debe ser estudiado bajo condiciones mucho peores. Periodos desaparecidos de la historia han dejado documentos y restos concernientes a su pasado que son útiles, primero, en la reconstrucción de la historia externa de la raza humana, mientras que fallan en dar cuenta remotamente objetiva o completa de los mecanismos psicológicos de la conducta. De acuerdo con esto, la psicología histórica solo puede hacer trazos sobre un cuerpo de datos mucho más pequeño.

Por esa razón, una de las fuentes más ricas para este tipo de psicología es el estudio de las llamadas “gentes primitivas”. Este término es comúnmente usado, admitido como una marca convencional para designar a ciertas personas del mundo no civilizado, situadas en los niveles inferiores del desarrollo cultural. No es del todo correcto llamarles primitivos, pues un mayor o menor grado de civilización puede ser observado sin duda en todos ellos. Todos han emergido de la fase prehistórica de la existencia humana. Algunos de ellos tienen tradiciones muy antiguas. Algunos han sido influidos por culturas remotas y poderosas, mientras el desarrollo cultural de otros ha sido degradado.

El hombre primitivo, en el verdadero sentido del término, ya no existe más en el momento actual, y el tipo humano representado entre esas gentes primitivas sólo puede ser llamado “relativamente primitivo”. Lo primitivo en este sentido es un nivel inferior y el punto inicial del desarrollo histórico de la conducta humana. El material para la psicología del hombre primitivo es proporcionado por los datos concernientes al hombre prehistórico, por las gentes situadas en los niveles inferiores del desarrollo cultural y por la psicología comparativa de las gentes de diferentes culturas.

Todavía no se ha creado una psicología del hombre primitivo. En la actualidad el material psicológico en esta esfera está siendo recopilado, los métodos están siendo elaborados y, en palabras de Thurnwald, el material etnográfico está siendo “imbuido” de un enfoque psicológico.
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Tres teorías del desarrollo psicocultural


El primer problema relacionado con el tema del desarrollo histórico del hombre es definir los rasgos distintivos del proceso de desarrollo que nos concierne aquí. Los psicólogos han propuesto tres puntos de vista sucesivos o principios que caracterizan el desarrollo histórico del hombre.

El primer punto de vista, presentado por Taylor y Spencer, guió a los primeros etnógrafos y etnólogos, quienes acumularon una vasta cantidad de material fáctico sobre la cuestión de las leyes, creencias, instituciones y lenguaje de las gentes primitivas.

En psicología, estos autores adoptaron los puntos de vista de lo que se conoce como asociacionismo. Ellos asumieron que la ley básica de la psicología es la ley de la asociación, esta es la conexión establecida entre los elementos de nuestra experiencia con base en sus estrechas relaciones o en su similitud. Creían que las leyes del espíritu humano siempre han sido las mismas, en todas las épocas y lugares.

El mecanismo de la actividad mental y la estructura misma de los procesos de pensamiento y conducta son idénticos tanto en el hombre primitivo como en el civilizado. La teoría también sostiene que cualesquiera peculiaridades que distingan el pensamiento y conducta del hombre primitivo de los del hombre civilizado pueden ser entendidas y explicadas en términos de las condiciones en las cuales ese hombre primitivo vive y piensa.

Los autores dicen que si nosotros, gente civilizada, nos halláramos de pronto sin todo el vasto cuerpo de experiencia humana acumulada, y viviendo en las condiciones del hombre primitivo, podríamos pensar y actuar tal como lo hace él. Por lo tanto, el factor crucial está no en el aparato de pensamiento y conducta o en los mecanismos especiales que distinguen la psique civilizada de la no civilizada, sino sólo en el material, en la cantidad de experiencia disponible en cada psique.

Al proceder a partir de ese entendimiento estos autores consideraron el animismo primitivo, o la teoría en la cual todos los fenómenos y objetos naturales estaban animados, como el fenómeno central que subyace a todo el desarrollo cultural del hombre primitivo.

El primitivo, perplejo ante fenómenos tales como el sueño, durante el cual podía ver gente muerta o ausente, y hablar o pelear con ellas, o hallarse transportado muy lejos de donde despertó, etc., comenzó a creer en la objetividad de esas representaciones. Comenzó a creer en la dualidad de su propio ser. Con base en una analogía con las propias observaciones de sí mismo, también creyó que detrás de los fenómenos naturales había espíritus o almas activos.

Estos autores atribuyen la emergencia del animismo, la filosofía natural del hombre primitivo, al surgimiento de las leyes naturales del espíritu humano, a la ley de la asociación de ideas y a la aplicación inocente del principio de causalidad. Es axiomático, según ellos, que el espíritu humano siempre ha sido el mismo, a través de todo el desarrollo humano y en todas partes del mundo. Su creencia es corroborada, en particular, por la similitud de las creencias, costumbres e instituciones específicas observadas entre las gentes que viven en regiones geográficas muy separadas.

Los mecanismos psicológicos básicos de la conducta, la ley de la asociación de ideas y el principio básico del pensamiento lógico, el principio causal, son así el patrimonio común del hombre primitivo como del civilizado. La única diferencia es que en el hombre civilizado ambos instrumentos, las asociaciones psicológicas y el pensamiento lógico, pueden extraer una gran cantidad de experiencias y material, mientras que la experiencia del primitivo es limitada y su material es pequeño. Esta es la diferencia de la psique entre uno y otro.

Es fácil ver que este enfoque del problema resuelve con claridad todo el problema del desarrollo psicológico humano en el proceso histórico. El verdadero desarrollo es imposible cuando hallamos exactamente el mismo fenómeno tanto al inicio como al final del camino. En lugar del desarrollo, en el sentido apropiado del término, de lo que hablamos aquí es más bien de la acumulación de experiencia. El verdadero mecanismo para la acumulación y procesamiento de esa experiencia es fundamentalmente el mismo al inicio y al final. A lo largo de todo el proceso de cambio histórico global permanece sin cambio alguno.

Este punto de vista ingenuo ha sido abandonado hace mucho por la psicología. Nada podría ser pensado de modo más simplista que imaginar al hombre primitivo como un filósofo natural y atribuir todo su pensamiento y conducta a las peculiaridades de su filosofía. El desarrollo del pensamiento y conducta humanos está dirigido no por intereses teóricos o ideales, sino por necesidades materiales. El hombre primitivo está motivado más por consideraciones prácticas que por teóricas, y en su psique el pensamiento lógico está subordinado a sus reacciones instintivas y emocionales.

En palabras de Pokrovskiy, “Nada podría estar más lejos de la verdad que suponer que la perspectiva del salvaje sobre el mundo es el origen de su religión; al contrario, la visión del mundo se formó con base en ciertas emociones religiosas existentes. En lugar de una explicación, todo lo que uno halla en la raíz de la religión primitiva es una ausencia de explicación. El pensamiento religioso de los salvajes está basado no en representaciones o en operaciones lógicas del pensamiento, sino en la emoción, la cual es en general el punto inicial de cualquier proceso consciente".[3]

La investigación mostró también que el mecanismo psicológico del pensamiento y la conducta del hombre primitivo es una variable histórica. La ley de la asociación de ideas y el principio del pensamiento causal no abarcan todos los aspectos del pensamiento del primitivo. Lévy-Bruhl fue el primero en demostrar que el mecanismo psicológico del pensamiento del hombre primitivo y el del civilizado eran diferentes.

También él trató definir la naturaleza de esa diferencia y establecer las leyes más generales que gobiernan la función del mecanismo psicológico del hombre primitivo. Su enfoque fundamental fue bastante opuesto al de Taylor.

Siguió dos ideas básicas. La primera fue que las leyes de la psicología individual tales como las de la asociación de ideas no pueden explicar las creencias y las representaciones colectivas, que emergen de cualquier gente o sociedad, como fenómenos sociales. Estas representaciones colectivas emergen como resultado de la vida social de cualquier persona en particular. Son comunes a todos los miembros de un grupo. Son transmitidas de generación a generación. A menudo no son elaboradas por cada individuo, sino que son transmitidas a ese individuo ya formadas. Ellas le preceden y le suceden, tal como el lenguaje tiene existencia social independiente de cualquier individuo particular.

En este sentido, la visión básica del problema cambia por sí misma. En palabras de Conte, Lévy-Bruhl no busca definir a la humanidad en términos de hombre, sino al hombre en términos de humanidad. Para él las peculiaridades de las gentes primitivas no pueden ser deducidas de las leyes psicológicas de una vida individual; al contrario, él trata explicar la psicología del individuo con base en la naturaleza de las representaciones colectivas que emergen de esos grupos, y del tipo o estructura de la sociedad en la cual viven esas gentes.

La premisa de Lévy-Bruhl es que tipos diferentes de sociedad están asociados con diferentes tipos de psicología humana, cada cual bastante distintivo, tal como la psicología de los vertebrados puede distinguirse de la de los invertebrados.

Así como las variadas partes del reino animal, las diferentes estructuras sociales también tienen ciertas características comunes inherentes a cualquier tipo de lenguaje, tradiciones, instituciones de la sociedad humana. Sin embargo, junto con esas características comunes, dice Lévy-Bruhl, las sociedades humanas, como los organismos, pueden mostrar estructuras profundamente diferentes, con sus correspondientes diferencias en las funciones psicológicas superiores. Por lo tanto, es bastante erróneo comenzar por reducir las operaciones psicológicas a un solo tipo, independiente de la estructura de la sociedad, y atribuir todas las representaciones colectivas a un mecanismo lógico y psicológico que permanece sin cambios.

Él plantea comparar dos tipos psicológicos tan alejados entre sí como sea posible: el tipo de pensamiento del hombre primitivo y el del civilizado. La conclusión básica alcanzada por Lévy-Bruhl en su investigación es que las funciones psicológicas superiores del primitivo son profundamente diferentes de las mismas funciones del civilizado; y que en consecuencia tal tipo de pensamiento y conducta constituye una variable histórica, y que en el proceso del desarrollo histórico la naturaleza psicológica del hombre cambia tanto como su naturaleza social.

Ya hemos notado que según Lévy-Bruhl el tipo de funciones psicológicas depende directamente de la estructura social del grupo al que un individuo pertenece. Al querer ofrecer alguna característica general de este tipo especial de pensamiento primitivo, Lévy-Bruhl lo designa como pensamiento pre lógico o místico.

Con el uso de ese término él no quería sugerir que tal pensamiento era contrario al lógico (antilógico) o nada relacionado con las formas lógicas, y que yacía totalmente fuera de los confines de la lógica (alógico). Por “pre lógico” él simplemente significó un tipo de pensamiento que no se había desarrollado tanto como la forma del pensamiento lógico. Tal pensamiento está caracterizado por su insensibilidad a las contradicciones; su característica básica es la “ley de la participación” donde, en la mente del hombre primitivo, una y la misma cosa puede compartir varias formas de ser muy diferentes. Esta “ley de la participación” lleva al primitivo a establecer en su pensamiento el tipo de conexiones que da Lévy-Bruhl como justificación para buscar un carácter místico al pensamiento primitivo como un todo.

Muchos investigadores han notado que esta definición es incorrecta. En lo exterior, cuando se la ve desde el punto de vista del hombre civilizado, esta conducta y pensamiento parecen alógicos o místicos. Thurnwald escribe, “El pensamiento primitivo sólo parece ser alógico”. En los hechos, sin embargo, desde el punto de vista del propio hombre primitivo es bastante lógico, como lo explica Thurnwald con un ejemplo simple.

Cuando alguien sufre alguna convulsión o enfermedad de cualquier tipo, el hombre primitivo asume que un espíritu malo entró en su cuerpo. Para curar a la persona enferma procuran sacar el espíritu y proceden exactamente como si sacaran a una persona verdadera: gritan el nombre del espíritu, le ordenan que se vaya y le intimidan con ruido.

Tales ceremonias nos parecen sin sentido, porque entendemos un ataque epiléptico o una enfermedad desde el punto de vista de la ciencia moderna. Pero desde el punto de vista del hombre primitivo, para quien todos los cambios de una persona son el resultado de influencias externas, sean favorables o no, sus intentos de actuar sobre esas fuerzas del modo descrito en el ejemplo parecen perfectamente lógicas.

La teoría de Lévy-Bruhl está expuesta a una seria objeción no sólo con base en los argumentos de Thurnwald, sino también sobre los fundamentos de la psicología objetiva. Thurnwald observa correctamente que desde el punto de vista subjetivo del propio hombre primitivo, su ceremonia mágica para la expulsión de los espíritus con objeto de curar la enfermedad, es perfectamente lógica.

Sin embargo el mismo hombre primitivo, como puede verse con facilidad, también demuestra pensamiento lógico objetivo siempre que el propósito de sus acciones sea para adaptarse a la naturaleza. La invención y el uso de herramientas, la caza, la domesticación de animales, la agricultura y la guerra, todo ello demanda un pensamiento lógico real y no sólo aparente.

En la esfera de la actividad práctica, junto con el tipo de pensamiento descrito por Lévy-Bruhl, el hombre primitivo también tiene claramente un control del pensamiento lógico en el verdadero sentido del término, aunque está desarrollado de modo inadecuado.

Pero a Lévy-Bruhl sin duda se le reserva el crédito de ser el primero en abordar el problema del desarrollo histórico del pensamiento. Demostró que el tipo de pensamiento, per se, no es una constante, sino una variable que se desarrolla a través de la historia. Los investigadores que siguen su línea de indagación han procurado explicar con más precisión la diferencia de los tipos históricos de pensamiento del hombre civilizado y del primitivo, así como los rasgos distintivos del desarrollo histórico de la psicología humana. Al mismo tiempo, un tercer punto de vista del proceso de desarrollo cultural del hombre ha sido establecido.
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El hombre primitivo como tipo biológico


En virtud del molde completo de su personalidad y de toda su conducta, el hombre primitivo es muy diferente al civilizado. Con objeto de señalar la naturaleza precisa de esa diferencia, que básicamente define los puntos iniciales y concluyentes del desarrollo histórico de la conducta humana, primero consideraremos que esas diferencias más bien son aparentes.

Las características distintivas del hombre primitivo y su conducta, como aparece a primera vista, pueden ser divididas con facilidad en dos grupos. Por un lado, un observador que topa con un hombre primitivo, en particular en su medio ambiente, es impactado por su superioridad sobre el civilizado. Esta superioridad ha sido descrita por muchos viajeros, algunos de quienes han ido al extremo de proclamar que el hombre primitivo está mejor equipado en todos los aspectos por la naturaleza que el civilizado.

Observadores y viajeros han aclamado la excepcional agudeza visual del hombre no civilizado, la extraordinaria agudeza de su oído, sus inmensos poderes de resistencia, su astucia instintiva, su habilidad para hallar el camino y su conocimiento del medio ambiente, del bosque, el desierto y el mar. Algunos autores han idealizado sus cualidades éticas fundamentales, al ver en su conducta moral trazos de la virtud instintiva instilada en él por la misma naturaleza. Por último, todos han alabado por unanimidad (y la investigación científica lo ha confirmado por completo) el control de las habilidades del hombre primitivo para interpretar los signos de la naturaleza: su habilidad para reconstruir, de mínimos rastros, cuadros muy complejos de eventos, circunstancias, etc.

Arsiéniev describió al miembro de una tribu con quien viajó a través del desierto de la región de Ussur. “El hombre leía positivamente los signos como un libro y era capaz de reconstruir los eventos en su exacta secuencia”.[4] Esta habilidad para reconstruir cuadros complejos de eventos pasados a partir de rastros mínimos, imperceptibles para el hombre civilizado, le da al primitivo una ventaja inmensa sobre el civilizado, haciendo a éste muy dependiente del primero en las circunstancias en que se hallan los viajeros.

El primer grupo de diferencias se centra así en la superioridad del hombre no civilizado, lo que le ha generado un profundo respeto como un espécimen perfecto de la naturaleza y también ha dado origen a decir que él se distingue por muchas cualidades positivas en comparación con el civilizado, que el desarrollo de sus funciones psicológicas naturales le da una gran ventaja.

Hay otro grupo de diferencias bastante opuestas: el desamparo y el atraso del hombre primitivo y su inhabilidad para ejecutar operaciones de cualquier complejidad que requieran cálculo, reflexión y recuerdo, y una multitud de otras fallas que el civilizado percibe cuando se encuentra con el no civilizado. Todo esto hace mucho obligó a los observadores a comparar al primitivo con un niño, o un animal, y notar todas las carencias en comparación con el hombre civilizado.

El resultado es un cuadro más bien complejo, con el hombre primitivo superando al civilizado en un considerable número de aspectos, mientras con claridad es inferior a él en otras. Tal es el cuadro que deviene aparente y que analizaremos ahora.

La primera cuestión que confronta el investigador es el tipo biológico al cual pertenece el hombre primitivo. En términos biológicos, ¿no es sólo un ser con un desarrollo superior, inferior o diferente al del civilizado? Y por lo tanto ¿no es posible que todas esas diferencias duales entre hombres primitivos y civilizados podrían deberse sólo a otro tipo biológico, como sucede cuando comparamos al hombre con cualquier otro de los animales?

Desafortunadamente, a pesar de la enorme cantidad de investigación hecha en este campo, todavía no tenemos resultados precisos y definitivos sobre el estudio biológico del hombre primitivo. Aparte de ciertas diferencias fisiológicas probadas insignificantes e incuestionables (tales como la curación más rápida de las heridas en el primitivo, su relativa inmunidad a la contaminación e infección cuando se lastima, su menor susceptibilidad a la malaria, etc.) no conocemos pruebas irrefutables de tales peculiaridades sustantivas. Es verdad que algunos investigadores han visto una liga directa entre un huésped y otros hechos y el retraso cultural del hombre primitivo.

Si esto fuera correcto, si el hombre primitivo en realidad perteneciera a un tipo biológico diferente del civilizado, y si su organismo en efecto funcionara de una manera sustancialmente diferente, la diferencia conductual entre los hombres civilizado y primitivo habría sido explicada total e incuestionablemente, pues la ciencia ha establecido más allá de cualquier duda que la conducta de cualquier animal es una función de la estructura de su organismo. Los organismos con diferente estructura se comportan de modo diferente.

Los hechos que podrían ser mencionados para apoyar la idea de una diferencia de tipo biológica entre el hombre primitivo y el civilizado, incluyen la declaración que las suturas craneales del hombre primitivo se unen en la pubertad, en otras palabras antes que en el civilizado. Con respecto al desarrollo del cerebro, que es la base orgánica directa de la conducta, se ha señalado que la sustancia gris está menos desarrollada en el cerebro de los primitivos, que sus pliegues cerebrales son más simples y que el desarrollo de su cerebro cesa a una edad más temprana. El paso de todo el desarrollo físico del primitivo difiere en cierto grado del civilizado. Se ha señalado que la duración del desarrollo es menos en el primitivo al terminar en o poco después de la pubertad.

Ninguno de esos hechos da, sin embargo, una base para la idea que el hombre primitivo pertenece a un tipo orgánico diferente. La temprana unión de las fisuras craneales, como lo subraya Thurnwald, no implica ninguna limitación sustancial en el desarrollo del cerebro; tampoco es la estructura macroscópica del cerebro una expresión directa de la complejidad o del carácter primitivo de la conducta. Uno debería tener en mente la relación más compleja mencionada por Thurnwald, quien señaló que “mucho de lo que puede ser atribuido, con base en la observación superficial, a la organización fisiológica, en realidad se debe al profundo subdesarrollo cultural."[5] En este caso, entonces, causa y efecto pueden ser cambiados y viceversa. Es más adecuado decir que la conducta primitiva lleva a una detención prematura del desarrollo, que culpar a la conducta primitiva de tal detención prematura del desarrollo.

Thurnwald observa correctamente que la antropología contemporánea está en la misma fase de desarrollo que la botánica en tiempos de Linnaeus. Los estudios antropológicos actuales de la constitución del hombre primitivo en comparación con el civilizado apenas comienzan, en relación con el estudio del sistema endocrino. Para aclarar el grado en que las características fisiológicas del primitivo pueden explicar las diferencias observables entre él y el adulto civilizado, es necesario detenerse en una cuestión que hasta ahora ha sido considerada muy importante y que tiene una relación directa con la conducta: la función de los órganos sensoriales.

Los investigadores han demostrado que los cuentos de los viajeros sobre la excepcional agudeza visual, auditiva y olfativa del primitivo en realidad no tienen base en los hechos. En comparación con el europeo civilizado puede esperarse que el primitivo, por supuesto, puede tener una visión y audición superiores, ya que el civilizado vive en condiciones que a menudo le inducen a debilitar su agudeza visual. Sin embargo, aquí de nuevo los investigadores nos advierten de conclusiones apresuradas. En palabras de Thurnwald, “La agudeza de los sentidos en el primitivo a menudo es resultado de la práctica; mientras las deficiencias sensoriales en los citadinos se deben a menudo a falta de práctica relacionada con su estilo de vida en medios cerrados”. [6]

Debería señalarse también que la conducta del primitivo a menudo se basa no en la función directa de los órganos sensoriales, sino en su interpretación de ciertos rastros o fenómenos. Por ejemplo, un pescador experimentado interpreta las ondas de un tipo particular en el agua quieta como signo del movimiento de un tipo de pez; una polvareda de tamaño y altura particular sugiere al cazador la presencia de una manada de animales de cierta especie y de cierta cantidad. En estas instancias no tenemos que ver del todo con la agudeza de uno u otro órgano, sino con una habilidad entrenada para interpretar pistas, aumentada por la experiencia.

En estudios experimentales se ha visto que la agudeza sensorial —y en particular la visual— de los primitivos no es sustancialmente diferente de la nuestra. Por supuesto se puede tomar como un hecho establecido que la miopía de los europeos sin duda no es producto de la cultura. Sin embargo, se ha encontrado que esta no es la única razón para la superioridad visual del hombre primitivo: los europeos necesitan un cuadro más claro para formarse un juicio acerca de ello, mientras que los primitivos están acostumbrados a interpretar y adivinar el significado incluso de imágenes visuales no claras. De importancia decisiva al respecto, son los estudios hechos por Rivers (visión), Meyers (audición, olfato y gusto), MacDougal (sensación táctil, muscular y presión sanguínea), y Meyers (tiempo de reacción).

Todos esos estudios han mostrado que la actividad fisiológica elemental bajo nuestras percepciones y movimientos, y todos los elementos de la reacción más simple que producirá la conducta, son esencialmente los mismos en el hombre primitivo que en el civilizado. No podría hallarse diferencia sustancial incluso respecto a la percepción de colores. Rivers, en sus estudios, halló un alto porcentaje de ceguera al color en un grupo de Papuanos, pero ninguno en otro grupo.

Sin embargo, nadie ha descubierto una raza primitiva con ceguera total a los colores; en efecto, no se ha probado posible establecer la existencia de esta condición hasta en monos. Thurnwald dice, “Debe admitirse que el desarrollo de la percepción al color fue completado mucho antes de la emergencia de la raza humana como tal".[7]

Lo mismo podría decirse para la agudeza auditiva entre las gentes primitivas, que se ha juzgado como superior a la nuestra. Los estudios de Meyers y Brunner han mostrado que la agudeza auditiva es por lo común mayor en hombres blancos que en primitivos. Las capacidades del primitivo para el olfato han sido exageradas. Como lo señala Thurnwald, “Las investigaciones en negros y papuanos llevaron a los mismos resultados que habíamos obtenido en la esfera de la visión y la audición”. [8] Los datos obtenidos en el estudio del tacto son algo contradictorios. Los experimentos de MacDougal detectaron una ligera mayor capacidad para la diferenciación en los papuanos. Por otro lado, en ciertas gentes primitivas no se observó una desviación significativa de esta función comparada con el nivel de desarrollo del civilizado.

Tampoco hay evidencia alguna que la ligeramente mayor tolerancia al dolor notada por los investigadores tenga base fisiológica. Incluso la dominancia de la mano derecha, que no se halla en los monos superiores, es rasgo común de la especie humana, al ser vista así en primitivos como en civilizados.

Par resumir los resultados de esta investigación sobre las peculiaridades fisiológicas del hombre primitivo, podemos concluir que la investigación científica del presente no tiene evidencias para sugerir que hay un tipo biológico especial del cual todos los rasgos conductuales distintivos del primitivo se han originado. Incluso esas diferencias que han sido identificadas por la investigación parecen ser, por un lado, bastante insignificantes y por otro, muy contingentes en la práctica o en su ausencia; en otras palabras, ellas mismas prueban estar muy conectadas al desarrollo cultural. Por todas esas razones, deberíamos asumir una relación inversa entre el desarrollo cultural y el biológico del hombre primitivo, y atribuir el grado de atraso en la esfera de las funciones psicológicas halladas en el primitivo a su infra desarrollo cultural.

Thurnwald observó que, “El hombre primitivo debe ser reconocido en su totalidad con el status de ser humano”. El desarrollo del hombre como tipo biológico tuvo que ser completado en su totalidad desde el inicio de la historia humana. Esto no significa por supuesto que la biología humana ha permanecido así desde el inicio del desarrollo histórico de la sociedad humana. Tal idea es claramente errónea.[9]

La naturaleza plástica del hombre ha continuado cambiando. Sin embargo, tal cambio biológico del organismo humano ahora deviene subordinado a y dependiente de el desarrollo histórico de la sociedad humana. Los académicos contemporáneos, entre ellos Thurnwald, han establecido que los factores básicos en el desarrollo de la psicología del hombre primitivo son la tecnología y la organización social que surgen de cierto estadio en el desarrollo de la tecnología.

El desarrollo humano, como lo encontramos incluso en las gentes más primitivas, es desarrollo social. Por lo tanto debemos esperar a observar aquí un proceso muy peculiar de desarrollo, profundamente diferente a lo que hemos visto en la evolución de mono a hombre.

Primero que todo, debemos notar que el proceso por el que el hombre primitivo se transformó en civilizado es inherentemente diferente del proceso por el que el mono devino hombre. O quizá deberíamos decir que el proceso del desarrollo histórico de la conducta humana y el proceso de su desarrollo biológico no coinciden, y que uno no es la extensión del otro; más bien, cada uno de esos procesos está gobernado por sus propias leyes.
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La memoria del hombre primitivo


Ahora nos enfocaremos en el material concreto de los estudios y trataremos identificar los rasgos distintivos del desarrollo histórico de la conducta humana. Al hacerlo no consideraremos cada simple aspecto de la conducta del hombre primitivo. Sólo insistiremos en las tres áreas de mayor interés para nosotros, ya que nos permitirán llegar a ciertas conclusiones generales sobre la historia de la conducta en general. Primero consideraremos la memoria, luego el pensamiento y el habla del hombre primitivo así como sus operaciones numéricas, y trataremos establecer cómo trabajan esas tres funciones.

Permítannos comenzar con la memoria. Todos los observadores y viajeros de modo unánime han loado la brillante memoria del hombre primitivo. Lévy-Bruhl señala correctamente que en la psicología y conducta del hombre primitivo la memoria juega un papel mucho mayor que en nuestra vida mental, porque algunas de sus funciones anteriores han sido transferidas y cambiadas en nuestra conducta.

Como nuestra experiencia está condensada en conceptos, estamos liberados de la necesidad de retener una gran cantidad de impresiones concretas, mientras en el hombre primitivo casi toda la experiencia se apoya en la memoria. Sin embargo, más allá de las diferencias cuantitativas entre nuestra memoria y la del primitivo, la de éste tiene, como lo ha observado Lévy-Bruhl, una especial tonalidad que la ubica aparte de la nuestra.

El uso constante de mecanismos lógicos y conceptos abstractos ha profundamente alterado la función de nuestra memoria. La memoria primitiva es al mismo tiempo muy aguda y muy emocional. Retiene representaciones con mucha abundancia de detalles y siempre en el mismo orden exacto tal como se conectan uno con otro en la realidad. El mismo autor nota que en el hombre primitivo los mecanismos de la memoria suplen a los de la lógica: si una representación reproduce a otra, la última es asumida como una consecuencia o una conclusión. Por lo tanto los signos casi siempre son interpretados como causas.

Lévy-Bruhl comenta, “Es por eso que esperaríamos hallar una memoria muy desarrollada en el hombre primitivo”. Él atribuye el asombro de los viajeros relacionado con los poderes extraordinarios de la memoria primitiva con sus creencias inocentes de que la memoria del hombre primitivo tiene las mismas funciones que la nuestra. Parece hacer milagros, mientras que al mismo tiempo funciona muy normal.

Spencer y Gillen hallan fenomenal la memoria de los aborígenes australianos en muchos aspectos. No solo pueden reconocer las pistas de cada animal y cada pájaro, también pueden decir de inmediato, con sólo ver las pistas frescas en el piso, dónde está ahora cada animal. Otro rasgo importante es su habilidad para reconocer las huellas de algún conocido.

Roth señaló también la “memoria milagrosamente poderosa” de los nativos de Queensland. Les oyó repetir la totalidad de un ciclo de canciones durante más de cinco noches. Las canciones eran reproducidas con sorprendente exactitud. Más impresionante fue que eran ejecutadas por tribus con diferentes lenguajes, en diferentes dialectos y que vivían a más de cien kilómetros aparte.

Livingston remarcó la sorprendente memoria de los nativos de África, como la manifestada por los enviados de los jefes, quienes llevaban largos mensajes a grandes distancias y los repetían palabra por palabra. Ellos por lo común viajaban en grupos de dos o tres, repetían el mensaje cada noche mientras caminaban, para no alterar el lenguaje preciso. Uno de los argumentos aducido por los nativos para no aprender a escribir era que esos mensajeros podían transmitir noticias a mucha distancia tan bien como la palabra escrita.

La más común forma de la brillante memoria del primitivo es “la memoria topográfica”, o el recuerdo de un lugar particular. Retiene la imagen de un lugar, hasta los más finos detalles, lo que le permite hallar su camino con tal seguridad que sorprende a los europeos.

Un autor dice que este tipo de memoria es en la práctica milagroso. Para los indios norteamericanos basta con estar una vez en un lugar para tener un cuadro muy preciso e imborrable a permanencia del sitio. No importa qué tan basto o denso sea el bosque, ellos se mueven con facilidad una vez orientados.

Su sentido de la dirección en el mar es igual de bueno. Charlevoix ve en esto una habilidad innata. Escribió, “Ellos nacen con este talento, que no es el resultado ni de sus observaciones, ni de una gran cantidad de práctica. Los niños que han ido más allá de los límites de su aldea se mueven con tanta confianza como aquellos que han viajado a lo largo del país”. [10] Al anotar los cuentos de los viajeros sobre la memoria topográfica como extraordinaria y casi milagrosa, Lévy-Bruhl señala que el único milagro involucrado es la memoria local muy desarrollada. Von den Steinem describe a un hombre primitivo que había observado: él vio y oyó todo, acumuló en su memoria los detalles más insignificantes e hizo así difícil para el autor creer que alguien pudiera memorizar tantas cosas sin los símbolos escritos. Tenía un mapa en su cabeza, o más bien, retenía en cierto orden una gran cantidad de hechos a pesar de su relativa importancia.[11]

Como lo señala Lévy-Bruhl, la memoria concreta excepcionalmente bien desarrollada del hombre primitivo, que tanto impresiona a los observadores por su habilidad para reproducir percepciones previas con agudeza y finos detalles, y en el orden apropiado, sólo puede ser discernida en el acerbo del vocabulario y la complejidad gramatical del lenguaje del hombre primitivo.

Es de interés notar que esas mismas gentes que hablan esas lenguas y poseen tales memorias prodigiosas, en Australia o en el norte de Brasil, por ejemplo, no pueden contar más allá de dos o tres. El más ligero razonamiento abstracto les atemoriza tanto que rápido dicen estar cansados y desisten.

Lévy-Bruhl decía lo siguiente, “Respecto a las funciones intelectuales, nuestra propia memoria está reducida al papel subordinado de recordar los resultados a través de la elaboración lógica de los conceptos. La brecha entre un escribano del siglo XI quien reproducía con paciencia página por página de un manuscrito, y las imprentas modernas que pueden imprimir cientos de miles de copias en pocas horas, no es mayor a la que separa el pensamiento pre lógico del hombre primitivo para quien sólo existe la conexión entre representaciones y se apoya exclusivamente en la memoria, del pensamiento lógico basado en conceptos abstractos".[12]

Sin embargo, tal descripción de la memoria del hombre primitivo, aunque verdadera en esencia, es en extremo unilateral. Trataremos ahora explicar, desde el punto de vista científico, esta superioridad de la memoria primitiva. Al mismo tiempo, para producir una impresión correcta de la operación de esta memoria, también deberíamos señalar que en muchos aspectos la memoria del primitivo es muy inferior a la del hombre civilizado.

Un niño australiano que nunca ha dejado su aldea, puede impresionar a un europeo civilizado con su habilidad para hallar el camino alrededor de una región donde nunca ha estado antes. Pero un escolar europeo que acaba de tomar un simple curso de geografía habrá asimilado más conocimiento del que un hombre primitivo podría asimilar toda una vida.

Más allá del excelente desarrollo de la memoria natural que registra impresiones externas con precisión casi fotográfica, la memoria primitiva también se distingue por la peculiaridad cualitativa de sus funciones. Este segundo aspecto, cuando se compara con la memoria excelente de la memoria natural, da alguna luz sobre la memoria del hombre primitivo.

Leroi atribuye correctamente todas las peculiaridades de la memoria primitiva a sus funciones. Al carecer de la palabra escrita, el hombre primitivo tiene que apoyarse por completo en su memoria inmediata. Es por esto que hallamos una forma similar de memoria primitiva en los analfabetas. En opinión del autor, la explicación de la habilidad del hombre primitivo para hallar su camino y reconstruir eventos complejos de los rastros no está, sin embargo, en la superioridad de la memoria inmediata, sino en otra parte. Los hombres más primitivos, como lo testifica un observador, no pueden hallar su camino sin algún signo externo. Leroi asume que la orientación no tiene qué ver con la memoria. De modo similar, cuando el hombre primitivo reconstruye algunos eventos de los rastros, usa su memoria no más que un magistrado cuando investiga un crimen basado en la evidencia. Observación y especulación juegan aquí un papel más importante que la memoria. La práctica ha hecho a los órganos sensoriales del primitivo más desarrollados que los nuestros —de hecho esto es todo lo que los distingue de nosotros al respecto. Sin embargo, esta habilidad para interpretar los rastros deriva del entrenamiento y no del instinto. Se desarrolla desde la infancia en el hombre primitivo. Los adultos enseñan a los niños a reconocer los rastros; los adultos imitan los rastros animales y los niños los reproducen.

La psicología experimental ha descubierto recientemente una forma de memoria especial y de alto interés, que muchos psicólogos comparan con la pasmosa memoria del hombre primitivo. Aunque los estudios experimentales sobre el hombre primitivo en esta esfera han sido realizados hasta hoy y no han concluido, hay sin embargo mucha similitud entre los datos colectados por los psicólogos en sus laboratorios, por un lado, y aquellos descritos por investigadores y viajeros acerca del hombre primitivo, por el otro; así que uno puede asumir con seguridad que esta forma de memoria es de hecho característica del hombre primitivo.

Como Pensch ha observado, esta forma de memoria en esencia permite a muchos humanos reconocer un objeto o cuadro momentos después que se le ha presentado una vez, o incluso mucho tiempo después. Tales individuos son conocidos como eidéticos, y esa forma de memoria como eidetismo. El fenómeno fue descubierto por Urbanchich en 1907, aunque la investigación y los estudios experimentales se han hecho hasta la década pasada en la escuela de Pensch.

En el capítulo sobre psicología infantil nos fijaremos con gran detalle en los resultados de la investigación sobre eidetismo. Acá solo discutiremos los métodos usados en tal investigación. Durante un periodo corto, de unos 10-30 segundos, al niño eidético se le muestran algunos cuadros muy complejos con gran cantidad de detalles. Entonces se retira el cuadro y es reemplazado por una pantalla gris, sobre la cual el niño sigue viendo el cuadro faltante con tal detalle que puede dar una descripción completa de lo que hay delante, leyendo las palabras que contiene, etc.

Un ejemplo que ilustra la naturaleza de la memoria eidética se da en la Figura 12, la cual es una foto del cuadro mostrado a los niños eidéticos en los experimentos de nuestra colega K.I. Veresótskaya. Después de haber mostrado el cuadro brevemente (30 segundos) el niño sigue viendo su imagen en la pantalla, tal como se comprobó mediante preguntas control y una comparación entre las respuestas y el cuadro original. El niño lee el texto de la carta, cuenta el número de ventanas en cada piso, define la ubicación exacta de los objetos y dice sus colores, describiendo hasta los más finos detalles.

Figura 12 http://www.marxists.org/archive/vygotsky/works/1930/man/ch04.htm

La investigación ha mostrado que tales imágenes eidéticas están sujetas a todas las leyes de la percepción. La base fisiológica de tal memoria es claramente la inercia de la estimulación del nervio óptico, que tarda después que el efecto del estímulo original ha cesado. El eidetismo de este tipo se manifiesta no solo en la visión, sino también en las sensaciones auditivas y táctiles.

Entre las gentes civilizadas el eidetismo se halla sobre todo en niños. En adultos es una rara excepción. Los psicólogos creen que el eidetismo representa una temprana fase primitiva del desarrollo de la memoria —una que por lo común termina antes de la pubertad y rara vez dura hasta la edad adulta. Se halla con mayor frecuencia entre los retrasados mentales y niños culturalmente subdesarrollados. Desde el punto de vista biológico, esta forma de memoria es muy importante porque, mientras se desarrolla, cambia hacia otros dos tipos de memoria. Ante todo, la investigación ha mostrado que mientras progresa el desarrollo, las imágenes eidéticas surgen con nuestras percepciones, haciéndolas estables y constantes. Por otro lado, son transformadas en imágenes visuales de la memoria, en el sentido correcto del término.

Por lo tanto los investigadores creen que la memoria eidética es un estadio primario indiferenciado de la unidad de percepción y memoria, que deviene diferenciado y se desarrolla en dos funciones separadas. La memoria eidética es la base de todo el pensamiento concreto, gráfico.

Los hechos anteriores sobre la excepcional memoria del hombre primitivo recolectados por Lévy-Bruhl, llevaron a Pensch a concluir que tiene mucho en común con la memoria eidética. Es más, el tipo de percepción, pensamiento y representación del hombre primitivo está con claridad en un estadio del desarrollo muy cercano al estadio eidético. A Pensch le gustaban las visiones halladas entre gentes primitivas, de dos niños eidéticos que una vez estudió, quienes a veces veían los lugares y edificios más extraordinarios.

Al tener en cuenta que las imágenes visuales pueden ser reforzadas en los eidéticos por estímulos emocionales o el ejercicio, así como por varias sustancias farmacológicas, parece que el famoso farmacólogo Levin tenía razón al decir que los chamanes o curanderos de las gentes primitivas, se inducían artificialmente la actividad eidética. La creatividad mitológica por parte del hombre primitivo está muy cercana a las visiones y el eidetismo.

Al comparar todos esos hechos con los de la investigación eidética, Pensch concluye que nuestro conocimiento de la memoria del hombre primitivo sugiere que está en la fase eidética del desarrollo de la memoria. Las imágenes mitológicas, en su opinión, también se deben al eidetismo.

Blonskiy observa que, “Sólo necesitamos agregar que tales elfos y duendes, que se introducen en el ser en las circunstancias adecuadas y bajo la influencia de poderosas emociones entre los eidéticos primitivos, son reforzadas por los estados mentales duraderos característicos de los eidéticos”. El eidetismo entre las gentes primitivas sucede no solo para la emergencia de imágenes mitológicas, sino también para ciertas peculiaridades del arte y el lenguaje primitivos.

Con su abundancia de palabras y detalles concretos, el lenguaje del hombre primitivo, que discutiremos adelante, es mucho más colorido y gráfico que el lenguaje de las gentes civilizadas. Con respecto al arte, Wundt hace la pregunta de por qué, en todas partes el arte gráfico de las cavernas floreció en la oscuridad de las cuevas. Blonskiy creía que esto era “porque las imágenes eidéticas eran más brillantes en la oscuridad, o cuando uno cierra los ojos”.

Dantsel ha llegado a conclusiones similares al respecto, al argüir que la memoria juega un papel mucho más grande en la vida mental del hombre primitivo que en la nuestra. Una característica importante de la operación de este tipo de memoria es “la naturaleza no procesada de los materiales” retenidos por la memoria y su cualidad fotográfica persistente. La función reproductiva de tal memoria es mucho mayor que en el hombre civilizado.

Como lo observó Dantsel, además de su fidelidad y objetividad, la memoria primitiva está sorprendentemente bien integrada. La memoria del hombre primitivo no se mueve de modo creciente de un elemento al siguiente, pues su memoria retiene el fenómeno completo para él como un todo, y no por sus partes.

El último rasgo distintivo de la memoria del primitivo, según Dantsel, es que éste aún halla muy difícil separar percepciones de recolecciones. En su mente, esas cosas objetivas que ha percibido de la realidad emergen con aquello que ha imaginado. La única explicación para esto puede ser la naturaleza eidética de las recolecciones del hombre primitivo.[13]

La memoria orgánica del primitivo, o la llamada mnema, basada en la plasticidad de nuestro sistema nervioso —su habilidad para retener y reproducir la impresión de los estímulos externos— alcanza su más alto desarrollo en el hombre primitivo. Más allá no es posible mayor desarrollo.

Como el primitivo gradualmente absorbe cultura, hallamos este tipo de memoria en declive, tal como lo hace durante el desarrollo cultural del niño. Surge así la pregunta: ¿qué camino sigue el desarrollo de la memoria del hombre primitivo? ¿La memoria que describimos mejora con el cambio del nivel inferior al superior?

La investigación ha demostrado invariablemente que esto no sucede en los hechos. Aquí nos adelantamos a enfatizar la forma diferente que adquiere la memoria en este caso, una forma que es de mucho significado en la historia del desarrollo de la conducta. Tal como lo mostrará un escrutinio objetivo del hombre primitivo, ella funciona de modo espontáneo, como una fuerza natural.

En palabras de Engels que ya hemos citado antes, el hombre la usa pero no la domina. Es más, este tipo de memoria le domina, al sugerirle ficciones e imágenes y construcciones imaginarias. Esto le lleva a establecer mitologías que a menudo impiden el desarrollo de su experiencia, al ocultar el cuadro objetivo del mundo detrás de estructuras subjetivas.

El desarrollo histórico de la memoria comienza desde el momento en que el hombre cambia, de usar la memoria como fuerza natural, a dominarla. Este dominio, como cualquier dominio sobre una fuerza natural, solo significa que a cierto estadio de su desarrollo el hombre acumula suficiente experiencia —en este caso experiencia psicológica— y suficiente conocimiento de las leyes que gobiernan la operación de la memoria, y entonces cambia al uso actual de esas leyes. Este proceso de acumulación de la experiencia psicológica que lleva al control de la conducta no debería verse como un proceso de la experiencia consciente, de la acumulación deliberada de conocimiento e investigación teórica. Esta experiencia debería denominarse “psicología ingenua” por analogía con lo que llama Köhler “física ingenua”, en referencia a la experiencia ingenua de los monos con respecto a las propiedades físicas de sus propios cuerpos y de los objetos del mundo externo.

Ahí aparece un estadio de su desarrollo en el cual el hombre primitivo primero se gradúa en la habilidad de interpretar los rastros como signos que sugieren y recuerdan todos los cuadros complejos; en otras palabras, del uso de signos a la creación de signos artificiales. Esto en realidad marca un punto de inflexión en la historia del desarrollo de la memoria del hombre primitivo.

Thurnwald describe a un hombre primitivo a su servicio quien solía usar “herramientas auxiliares de la memoria” con él cuando lo enviaba al campamento principal con instrucciones, precisamente para que las recordara. A diferencia del caso descrito por Dantsel, Thurnwald cree que el uso de medios auxiliares no debe verse desde el punto de vista de sus orígenes mágicos. En su más temprana forma, la escritura actuó precisamente como un auxiliar, por medio del cual los hombres comenzaron a dominar su memoria.

La escritura tiene una larga historia. Las herramientas originales de la memoria fueron símbolos, como los figurines de oro de los narradores de historias del oeste africano, cada uno de los cuales trae a la mente un cuento especial. Cada uno de esos figurines es un tipo de título inicial de una larga historia, por ejemplo la luna. Una bolsa que contiene tales figurines representa el título primitivo de tales narradores tempranos de historias.

Otros símbolos son de un carácter abstracto. Como Thurnwald ha observado, un típico símbolo abstracto de este tipo es el nudo, elaborado como un recordatorio de algo, tal como lo hacemos hoy. Él notó además que a medida que se usan esas herramientas de memoria de idéntica manera dentro de ciertos grupos, devienen convencionales y comienzan a servir para propósitos de comunicación.

En la Figura 13 vemos un ejemplo de la escritura del hombre primitivo. Ella consiste de una fibra correosa de junco, dos piezas de junco, cuatro conchas y una cáscara de fruta. Ahí hay una carta de un padre, con una enfermedad incurable, a sus hijos y familiares diciendo que su enfermedad está peor y que la ayuda sólo podrá venir de Dios.

Figuras 13 a 16 http://www.marxists.org/archive/vygotsky/works/1930/man/ch04.htm

Entre los indios de la tribu Dakota esos signos han adquirido un significado general. En la Figura 14, el hoyo en la pluma (a), significa que el portador ha matado a su enemigo; el corte triangular en la pluma (b) significa que ha cortado la garganta de su enemigo y le ha quitado el cuero cabelludo; la punta truncada de la pluma (c) significa que ha cortado su garganta; y la pluma escindida (d) significa que ha herido a su enemigo.

Los monumentos más antiguos en la historia de la escritura son los kvinus (nudos de Perú) mostrados en las Figuras 15 y 16, que fueron usados en el antiguo Perú, China, Japón y otras partes del mundo. Estos son signos auxiliares convencionales para la memoria de uso amplio entre las gentes primitivas y requieren conocimiento preciso por parte de quienes los atan.

Los kvinus todavía son usados hoy en Bolivia por los pastores como un medio para contar sus animales; también se les halla en el Tibet y otras partes. El sistema dentro del cual se usan los signos y los métodos de conteo está muy ligado con el modo de vida de esas gentes primitivas. No solo los nudos sino también los colores de las cuerdas tienen su propio significado. Cuerdas blancas significan plata y paz; rojas, guerreros o guerra; verde, maíz; y amarillo, oro.

Klodd considera el estadio mnemónico como el primero en el desarrollo de la escritura. De acuerdo con Heródoto, cuando Darío ordenó a los ionianos permanecer atrás para defender un puente a través del río Ister Danubio, tejió sesenta nudos en un cinturón que decían, “Gente de Ionia, tomen este cinturón y hagan lo que digo. Tan pronto como vean que he atacado a los Escitas, a partir de ahí deben desatar un nudo por día sucesivo, y cuando vean que los días marcados por esos nudos ya pasaron, entonces pueden regresar a casa”.

Este tipo de nudo hecho como ayuda para la memoria es el vestigio más antiguo del cambio en el hombre de usar la memoria a controlarla.

Los kvinus fueron usados en el antiguo Perú para recordar las crónicas, para la transmisión de instrucciones a provincias remotas y para información detallada sobre el estado del ejército. Hasta se les puso en las tumbas para preservar la memoria del fallecido.

La tribu Chudi de Perú, de acuerdo con Taylor, tenía un oficial asignado a la tarea de anudar e interpretar los kvinus. Aunque llegaron a ser muy eficientes en su arte, rara vez podían leer los kvinus de otras gentes, a menos que estuvieran acompañados por un comentario oral. Cualquiera que llegara de una provincia remota con un kvinu tenía que explicar si se trataba de un censo, colecta de impuestos, guerra, etc.

Mediante la práctica constante los oficiales mejoraron sus sistemas a tal grado que podían usar los nudos para recordar todos los asuntos mayores del Estado, y representar leyes y eventos. Taylor describe que en el sur de Perú todavía quedan algunos indios familiarizados con el contenido de varios kvinus históricos que han sido preservados desde tiempos antiguos, pero mantienen su conocimiento en secreto y los esconden con temor de los blancos.

Hoy día este tipo de sistema mnemotécnico basado en nudos es usado con frecuencia para la memorización de varias operaciones de conteo. Los ganaderos peruanos registran sus toros en una cuerda del kvinu; sus vacas, divididas en lecheras y no, en la segunda, y después sus terneras, ovejas, etc. Los productos de la cruza de animales se registran en cuerdas especiales. El color de la cuerda y las diferentes direcciones de los nudos indican la naturaleza del registro efectuado.

En vez de la situación posterior del desarrollo de la escritura humana, solo diremos que esta transición del desarrollo natural de la memoria al desarrollo de la escritura —del eidetismo al uso de sistemas externos de signos, del mnema a la mnemotecnia— hubo un cambio pivote absoluto, que determinó todo el curso subsecuente del desarrollo de la memoria humana. El desarrollo interno ahora devino externo.

La memoria se ha elevado al grado que los sistemas de la escritura y los símbolos, junto con los métodos para usar esos símbolos, han aumentado. Esto corresponde con lo que se conoció en los tiempos antiguos y medievales como memoria technica, o memoria artificial. El desarrollo histórico de la memoria humana en esencia consiste del desarrollo y aumento de los medios auxiliares elaborados por el hombre social en el proceso de su vida cultural.

Sin embargo, al mismo tiempo que la memoria orgánica o natural no permanece sin cambios, los que ocurren están determinados por dos factores vitales. Primero, esos cambios no son autónomos. La memoria de un hombre capaz de recordar lo que necesita es ejercitada y por lo tanto se desarrolla de modo diferente a la de un hombre que es incapaz de usar símbolos. El desarrollo interno y el aumento de la memoria por lo tanto no es un proceso autónomo; es dependiente y subordinado, ya que su curso es determinado por influencias externas dentro del ambiente social del hombre.

Una segunda e importante limitación es la naturaleza muy sesgada del desarrollo y aumento de este tipo de memoria. A medida que se adapta al tipo de sistema de escritura prevaleciente en cualquier sociedad dada, en muchos aspectos no se desarrolla del todo. En su lugar ocurre degeneración e involución; en otras palabras, pierde sus propiedades o sucede un desarrollo retrógrado.

En este sentido, por ejemplo durante el proceso del desarrollo cultural, la maravillosa memoria natural del hombre primitivo tiende a marchitarse. Baldwin por lo tanto estaba en lo correcto al establecer la idea que toda evolución es al mismo tiempo involución; en otras palabras, los procesos retrógrados donde las viejas formas se reducen y marchitan, son por sí mismos inherentes a cualquier proceso de desarrollo.

No solo necesitamos comparar la memoria de un enviado africano que transmite palabra por palabra el mensaje de algún jefe tribal, apoyándose nada más en su memoria eidética natural, con la memoria de un “oficial a cargo de nudos” peruano quien tiene que atar y leer los kvinus, para ver la dirección en que se ha desarrollado la memoria humana bajo la influencia del crecimiento de la cultura. En particular, tal comparación nos muestra la fuerza motriz detrás de tal desarrollo y la manera precisa en que ocurrió.

El “oficial a cargo de los nudos” está más arriba en el escalón del desarrollo cultural que el embajador africano, debido no a una mejoría adecuada en su memoria natural, sino porque ha aprendido a hacer un mejor uso de la memoria y a dominarla mediante signos artificiales.

Ahora daremos un paso más arriba y consideraremos el tipo de memoria correspondiente al siguiente estadio del desarrollo de la escritura. La Figura 17 da un ejemplo de lo que se conoce como escritura “pictográfica”, en la cual las imágenes visuales sirven para transmitir ciertos pensamientos y conceptos. En una pieza de corteza de abedul, una muchacha de la tribu Ojibwa escribe una carta a su amante en territorio de blancos. Su tótem es un oso y de él una hormiga chrysalis. Estos símbolos refieren a quien envía y quien recibe la carta. Dos líneas a partir de esos símbolos convergen y continúan hasta un lugar entre dos lagos. Un camino que lleva a dos tiendas de campaña se separa de esta línea. Tres muchachas convertidas a la fe católica —indicadas por tres cruces— viven ahí en sus tiendas. La tienda de la izquierda está abierta y una mano que hace señas sale de ella. La mano, que pertenece a la autora de la carta, hace el signo indio de bienvenida a su amante —con la palma hacia adelante y apuntando hacia abajo— mientras el dedo índice extendido apunta hacia el lugar ocupado por la emisora, quien señala a su huésped el camino a seguir.

Figura 17 http://www.marxists.org/archive/vygotsky/works/1930/man/ch04.htm

La escritura en este nivel requiere que la memoria funcione de una manera por completo diferente (ver Figura 18). Así aparece otra forma cuando el hombre pasa a la escritura ideográfica o jeroglífica, al usar símbolos cuya relación con los objetos deviene progresivamente remota. Mallory ha observado que en la mayoría de los casos estos eran solo inscripciones mnemónicas, pero que eran interpretadas en relación con objetos físicos usados para propósitos mnemónicos.[14]

Figura 18 http://www.marxists.org/archive/vygotsky/works/1930/man/ch04.htm


La extraordinaria historia de la escritura, de los esfuerzos del hombre para controlar su memoria, sólo es característica de la psicología humana. El punto decisivo en la transición del desarrollo de la memoria natural a la cultural está en el hito que divide mnema de mnemotecnia, uso de memoria de dominio sobre ella, forma biológica o interna de forma histórica o externa de su desarrollo.

Deberíamos subrayar que tal dominio sobre la memoria primero adquirió la forma de signos dirigidos menos a uno mismo que a otros, con propósitos sociales, los cuales sólo después vinieron también a tener un uso personal. Arsiéniev, en su investigación sobre la región Ussuri, describe una visita a una villa Udege en una muy remota región. Los udeges se quejaban de ser invadidos por los chinos y les preguntó a su regreso a Vladivostok si deseaban comunicar sus sentimientos a las autoridades rusas y buscar su ayuda.

Cuando el viajero se fue al día siguiente, una multitud lo escoltó hasta los alrededores de la villa. Un viejo estepario de cabello gris se apartó del grupo, le dio una zarpa de lince y le instruyó ponerla en su bolsa para no olvidar las peticiones concernientes a Li-Tai-Kui. Al no creer en su memoria natural, los udeges usaron un símbolo artificial nada relacionado con las cosas que el viajero debía recordar, el cual era una herramienta técnica auxiliar de la memoria, una vía para guiar la memorización en el canal apropiado y así controlar su flujo.

La operación de memorización con ayuda de una garra de lince, dirigida primero hacia otro y después a sí mismo, marca el inicio del camino seguido por el desarrollo de la memoria en el hombre civilizado. Todo lo que recuerda y sabe la humanidad civilizada en el presente, toda la experiencia acumulada en libros, monumentos y manuscritos, toda esta expansión colosal de la memoria humana, sin la cual no habría desarrollo histórico y cultural, se debe precisamente a la memorización humana externa basada en símbolos.

Para ver la segunda parte ir a
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